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Fecha de publicación: 5 de Junio de 2025 a las 16:05:00 hs

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Medio: INFOBAE

Categoría: GENERAL

“Era horrible y empalagoso”: es uno de los grandes films de la historia, pero Christopher Plummer lo hizo solo por dinero

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Descripción: Pese a protagonizar una de las películas más queridas de Hollywood, el actor nunca ocultó su incomodidad con su rol y su motivación puramente económica para aceptarlo

Contenido: Christopher Plummer, figura central en la historia del cine, desarrolló una de las carreras más extensas y respetadas de su generación, marcada tanto por su presencia en los escenarios teatrales más exigentes como por una filmografía que reflejaba talento, versatilidad y constancia. Su trayectoria, iniciada en 1946, se extendió por siete décadas y media prácticamente sin interrupciones, situándolo como un referente indiscutible para el público y la industria, y otorgándole cerca de un centenar de créditos que abarcan desde los clásicos shakespearianos hasta papeles memorables en el cine contemporáneo.

Sin embargo, uno de sus trabajos más conocidos resultó ser, también, una de sus experiencias profesionales más ambiguas: el papel del Capitán von Trapp en “Sonrisas y lágrimas” (La novicia rebelde). Esta película, convertida con el tiempo en un clásico global, se encuentra entre los títulos que más han marcado el imaginario colectivo del musical y del cine familiar del siglo XX. A pesar de la perenne popularidad del filme, Plummer mantuvo siempre una relación distante y hasta incómoda con la película y su personaje. Para el actor, el rodaje supuso un reto que no necesariamente recordaba con afecto. En más de una ocasión, no dudó en describir su trabajo en el filme como “el más difícil” de su carrera, debido a lo que él consideraba un tono excesivamente sentimental y poco realista: “Era tan horrible, sentimental y empalagoso… había que esforzarse muchísimo para intentar darle un poquito de humor”, confió alguna vez en conversaciones con colegas.

Este distanciamiento no era mera pose, sino un sincero sentido crítico respecto al material con el que trabajaba y a la propia construcción del personaje de Von Trapp, que Plummer veía rígido y predecible. A lo largo de los años, fue revelando que parte de su motivación para aceptar el papel era, lisa y llanamente, económica. En declaraciones públicas, Plummer admitió sin rodeos que aceptó el trabajo fundamentalmente “para llenarse el bolsillo”, aportando con ello una visión pragmática sobre las decisiones de los actores en un sistema dominado por ofertas, demandas y la necesidad de trabajar. Sin dramatismos ni arrepentimiento, dejó claro que ni el guion ni el tono general de la película respondían a sus criterios artísticos preferentes, y que asumió el reto como un encargo profesional más, de los muchos que jalonan una carrera de larga duración.

Este desencanto de Plummer se vio potenciado por el recibimiento inicial de la película tras su estreno en 1965. Contrariamente a la percepción actual, “Sonrisas y lágrimas” enfrentó una crítica tibia, con medios importantes cuestionando abiertamente la propuesta. Muchos especialistas de la época señalaron como debilidades el excesivo sentimentalismo de la trama y una dirección “acogedora y cursi” a cargo de Robert Wise. La historia romántica, sus canciones pegadizas y su tono optimista llevaron a parte de la crítica a catalogarla como un producto comercial, sin mayor ambición artística. En sus primeros tiempos, la película fue objeto de duras reseñas en las que predominaban cuestionamientos sobre el verdadero valor cinematográfico del filme y sobre su aporte al género del musical.

Sin embargo, el tiempo y el público dictaron un veredicto completamente diferente. A pesar del escepticismo inicial de la crítica y de las reticencias del propio protagonista, “Sonrisas y lágrimas” se convirtió en un fenómeno de taquilla inusitado, trascendiendo la barrera generacional y consolidándose como uno de los grandes clásicos de Hollywood. La capacidad de conexión emocional con el gran público y la facilidad para integrar sus canciones y momentos icónicos en la cultura popular permitieron que la película fuese reconsiderada por la crítica internacional. Prueba de ello es la clasificación del American Film Institute, que la situó en 1998 como la cuarta película musical más grande de la historia, y la avalancha de emisiones televisivas y homenajes que se sucedieron en las décadas posteriores.

Con el paso del tiempo, la película se impuso con fuerza, mostrando cómo el juicio artístico inicial no necesariamente determina el lugar que una obra ocupará en la memoria colectiva. La película amplió su impacto hasta convertirse en un emblema del cine musical y en una herramienta de socialización cultural para nuevas generaciones que, ajenas a la polémica de sus primeros años, la han descubierto y recuperado. En este sentido, la presencia de Plummer en la película terminó siendo, paradójicamente, uno de los pilares sobre los que se sostuvo su fama, incluso si el propio actor prefería guardar distancia respecto a su popularidad.

Así, la historia de Christopher Plummer y “Sonrisas y lágrimas” es también la historia de los desencuentros y paradojas entre la realidad vivida por los creadores y la interpretación que la sociedad hace de sus obras. La honestidad del actor al referirse al filme y a su paso por él, junto a la permanencia indiscutible del musical en la cultura audiovisual occidental, revelan hasta qué punto los caminos del éxito, el recuerdo y el reconocimiento pueden bifurcarse a lo largo del tiempo y las generaciones.

Christopher Plummer falleció el 5 de febrero de 2021 ―por un derrame cerebral tras una caída― a los 91 años en su casa de Connecticut en la que vivía con su esposa, la bailarina y actriz Elaine Taylor, con la que llevaba casado 53 años. Cabe decir que pocos intérpretes han mantenido el porte, la galanura y el talento hasta el final como lo hizo este gran actor canadiense.

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