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Fecha de publicación: 5 de Junio de 2025 a las 04:05:00 hs

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Medio: INFOBAE

Categoría: GENERAL

Ni crucigramas ni sudokus: el pasatiempo que expertos recomiendan a mayores de 65 años

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Descripción: Investigaciones recientes revelan que un juego de ingenio inesperado supera en beneficios cognitivos a los tradicionales para quienes desean mantener la memoria en óptimas condiciones después de esa edad

Contenido: La memoria, esa capacidad fundamental que nos permite recordar nombres, fechas y experiencias, tiende a mostrar signos de declive conforme pasan los años. A partir de los 65, es común que las personas experimenten dificultades para evocar información que antes resultaba automática. Esta situación, aunque suele ser motivo de preocupación, no necesariamente constituye una alarma: forma parte del proceso natural de envejecimiento.

Es frecuente que se olviden nombres, se confundan fechas o se tarde más en recordar algún detalle, pero la ciencia contemporánea sostiene que no todo está perdido y que existen estrategias eficaces para ralentizar ese deterioro y mantener la mente en forma.

Los expertos insisten desde hace años en la importancia de mantener el cerebro activo, del mismo modo que se recomienda el ejercicio físico para preservar la musculatura. La mente, lejos de ser un órgano pasivo, responde a estímulos, retos y aprendizajes, manteniéndose activa cuando se la somete a actividades dinámicas que requieren concentración, memorización, planificación o creatividad.

En la vida cotidiana, acciones tan simples como leer, conversar, resolver acertijos o jugar, tienen un impacto mucho mayor del que suele suponerse. Y, según recientes investigaciones, uno de los pasatiempos que más beneficios aporta en este sentido podría estar mucho más al alcance de la mano de lo que se piensa: el cubo de Rubik.

Según PubMed, durante décadas, el cubo de Rubik ha sido visto como un juego o desafío, especialmente popular entre niños y jóvenes aficionados a los rompecabezas. Sin embargo, más allá de la imagen de competición y velocidad asociada a los campeonatos mundiales, donde figuras como Max Park impresionan por su capacidad de resolver el cubo en poco más de tres segundos, existe un universo de beneficios que lo convierten en un extraordinario gimnasio mental portátil.

Creado en 1974 por Ernő Rubik, un profesor de arquitectura húngaro, el cubo fue ideado inicialmente como un objeto educativo para explicar conceptos de geometría tridimensional, pero rápidamente se reveló como un ejercicio de lógica, memoria, coordinación y estrategia.

El interés de la ciencia por este pasatiempo ha ido en aumento con el tiempo. Un estudio publicado en la European Journal of Special Education Research analizó el impacto de resolver el cubo de Rubik en la activación de distintas áreas cerebrales. Aunque la muestra original se centró en niños, los autores subrayaron la posibilidad de extrapolar los resultados a otras edades, destacando que esta práctica activa zonas como la corteza prefrontal, el lóbulo parietal y el hipocampo, regiones directamente relacionadas con funciones de memoria, planificación, orientación espacial y resolución de problemas.

A diferencia de otras actividades como los crucigramas, los sudokus o las sopas de letras, el cubo de Rubik exige al usuario involucrar simultáneamente varias capacidades: recordar secuencias de movimientos, anticipar los efectos de ciertas acciones y corregir errores sobre la marcha. No se trata de velocidad, sino de método y perseverancia. En este sentido, los especialistas coinciden en que cualquier persona puede beneficiarse de su uso, independientemente de su destreza inicial o rapidez para completarlo.

El cubo de Rubik sobresale por su capacidad para fortalecer distintos tipos de memoria y habilidades cognitivas. En primer lugar, la memoria a corto plazo se ve reforzada porque, para resolver el cubo, es fundamental retener durante segundos ciertas secuencias o algoritmos que dictan los movimientos. Esta habilidad, crucial en la vida diaria para tareas como recordar un número de teléfono o una instrucción reciente, tiende a debilitarse con la edad, por lo que ejercitarla resulta provechoso.

Por otro lado, la memoria a largo plazo se ve igualmente beneficiada. Con la práctica, el cerebro procesa y almacena patrones y algoritmos, de modo que muchos de esos movimientos llegan a automatizarse. El proceso es similar al de aprender a montar en bicicleta o tocar un instrumento: al principio requiere atención consciente, pero con la repetición se convierte en un acto casi reflejo. Así, el uso regular del cubo equivale a añadir capas de conocimiento duradero que, a su vez, facilitan el aprendizaje de nuevas técnicas y estrategias.

El aspecto de la memoria muscular no debe subestimarse. Resolver el cubo implica realizar movimientos finos y coordinados entre los ojos y las manos. A medida que se adquiere destreza con el objeto, la agilidad y precisión manual mejoran, beneficiando tareas cotidianas como escribir, abotonarse la ropa o manejar dispositivos electrónicos. La coordinación ojo-mano es esencial para la independencia funcional, y trabajarla reduce la posibilidad de pérdida de destreza en la vejez.

La memoria espacial es otro pilar que el cubo de Rubik ayuda a ejercitar. Comprender cómo las diferentes caras se relacionan entre sí y anticipar el efecto de cada giro exige visualizar patrones y trayectorias, un proceso que activa la orientación espacial, clave tanto para la resolución del puzle como para moverse de forma autónoma en el entorno real.

Además de las áreas mencionadas, el cubo incide en la capacidad de atención y concentración. Resolverlo obliga a mantener el foco y evitar distracciones, lo que, practicado de manera habitual, repercute en una mejor atención para otras tareas relevantes. El pasatiempo, al exigir paciencia y flexibilidad mental, se convierte también en un entrenamiento para la tolerancia a la frustración y la capacidad de ajustar estrategias según cambian las circunstancias, promoviendo así la adaptabilidad cognitiva.

A diferencia de muchos pasatiempos, el cubo de Rubik presenta la ventaja de ser asequible, portátil y capaz de ofrecer desafíos nuevos cada vez, evitando la monotonía y favoreciendo la motivación. No se requiere ser un genio ni resolverlo en tiempo récord para acceder a sus beneficios: lo importante es la práctica regular y la disposición a enfrentarse al reto con curiosidad y perseverancia.

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