Fecha de publicación: 3 de Junio de 2025 a las 23:30:00 hs
Medio: INFOBAE
Categoría: GENERAL
Descripción: La obra, recién lanzada en América latina, muestra a la ex líder alemana como mediadora, analiza su relación con figuras como Trump y Putin y aborda los desafíos geopolíticos de su mandato
Contenido: Tres años después de dejar el cargo, se publica en español Libertad, la autobiografía de Angela Merkel, en la que la ex canciller alemana se distancia de los relatos autobiográficos tradicionales de líderes mundiales, optando por un tono de mediadora más que de soberana.
A pesar de los títulos que le otorgaron al final de sus 16 años de mandato —como “reina de Europa” o “la mujer más poderosa del mundo”—, Merkel se presenta como una figura capaz de dialogar con políticos de ideologías opuestas, una habilidad que atribuye a su experiencia vital: pasó 35 años en la República Democrática Alemana (RDA), un estado socialista alineado con Moscú, y luego desarrolló su carrera política en la Unión Demócrata Cristiana (CDU), un partido conservador pro-OTAN y pro-mercado.
La obra dedica una extensa sección inicial a la vida de Merkel tras el telón de acero. La autora describe la RDA como un país “mezquino, de mente estrecha, insípido y carente de humor”, y reconoce que nunca creyó que la reunificación alemana pudiera darse en términos de igualdad. En sus primeras semanas como miembro del partido Despertar Democrático, apoyó la rápida sustitución de la moneda de Alemania Oriental por el marco alemán, convencida de que era la única vía para la integración.
Merkel utiliza el libro para abordar su reticencia a hablar abiertamente sobre su pasado en la RDA, especialmente ante los medios de Alemania Occidental. Explica que evitó enfatizar su condición de primera mujer canciller para no ser encasillada, una actitud que cobra sentido ante las actitudes condescendientes de algunos colegas políticos. El exministro del Interior Horst Seehofer llegó a comparar su decisión de abrir las fronteras alemanas a los refugiados sirios en 2015 con una “tiranía de la injusticia”, equiparando a la Alemania de Merkel con la dictadura de la RDA.
En otra anécdota, el entonces presidente mexicano Felipe Calderón intentó presionarla durante una cumbre del G20 en 2012 para que impulsara un programa de flexibilización cuantitativa del Banco Central Europeo, comparándola con una “niña pequeña” que pide ayuda a su “hermano mayor” para enfrentarse a los abusones. Merkel respondió: “No puedo pedirle ayuda a mi hermano. Tengo que salir de esto sola”.
El libro evita los reproches directos a quienes la menospreciaron. Merkel adopta el lema “Nunca expliques, nunca te quejes”, asociado a la familia real británica. Así, figuras como Yanis Varoufakis, protagonista de la crisis de la deuda griega, ni siquiera aparecen mencionadas en las 721 páginas del volumen. Boris Johnson recibe solo dos menciones superficiales, mientras que la descripción de los menús de la cancillería es mucho más detallada. Incluso su peluquera personal aparece retratada con mayor complejidad política que el presidente francés Emmanuel Macron.
En cuanto a sus adversarios políticos, Merkel rechaza la idea de considerarlos “extraños incluso como seres humanos”, aunque hace una excepción con Donald Trump. Relata cómo, en su primer encuentro oficial, el entonces presidente estadounidense se negó a darle la mano ante las cámaras, lo que la llevó a reprocharse por haber supuesto que sería “alguien completamente normal”.
Merkel describe la visión de Trump sobre el comercio y las tarifas en la Unión Europea como la de un promotor inmobiliario que ve a todos los países en competencia, donde el éxito de uno implica el fracaso de otro, una perspectiva opuesta a la suya. A pesar de estas diferencias, Merkel opta por la sutileza y evita el enfrentamiento directo.
La segunda mitad de “Libertad” se adentra en los desafíos geopolíticos que marcaron su mandato: la crisis bancaria global de 2007, la amenaza de ruptura de la eurozona, la llegada de aproximadamente 1,3 millones de personas desplazadas a las fronteras europeas en 2015 y el conflicto militar entre Rusia y Ucrania.
En ese sentido, las decisiones estratégicas de Merkel durante estos periodos críticos han sido objeto de debate, especialmente tras la invasión rusa de Ucrania, ocurrida dos meses y medio después de su salida del poder. Merkel, que dominaba el ruso y mantenía una relación directa con Vladimir Putin, se convirtió en la principal interlocutora occidental con el Kremlin. Aun así, reconoce en el libro que nunca se hizo ilusiones sobre las intenciones de Putin, a quien describe como un “transgresor de las reglas” que “debe ser detenido”, especialmente tras la anexión de las regiones de Donetsk y Lugansk en 2014.
Pese a este diagnóstico, Merkel enfrenta cuestionamientos sobre la creciente dependencia alemana del gas ruso durante su gobierno y la continuidad del proyecto Nord Stream 2, que conecta directamente Rusia con el noreste de Alemania, eludiendo el tránsito por Ucrania. También se le reprocha no haber impulsado una mayor defensa europea. Sus respuestas resultan poco satisfactorias: justifica el veto de Alemania y Francia en 2008 al plan de adhesión de Ucrania a la OTAN argumentando que era “ilusorio” pensar que esto habría disuadido a Rusia, ya que Putin no se habría quedado de brazos cruzados. Para Putin, incluso el gesto retórico de acercar a Ucrania a la OTAN fue una “declaración de guerra”. Sobre Nord Stream, Merkel sostiene que detener el proyecto habría requerido una decisión especial a nivel europeo, que habría considerado si Ucrania y Rusia no hubieran firmado un nuevo contrato de tránsito.
El libro resulta condescendiente hacia los países de Europa central y oriental, a los que Merkel atribuye poco interés en mantener relaciones con Rusia, como si desearan que su vecino desapareciera del mapa.
En “Libertad” se reflejan las cualidades personales que hicieron de Merkel una líder apreciada: su falta de ostentación, su humor discreto, su dedicación a la construcción de alianzas y su capacidad para alcanzar compromisos. No obstante, se plantea la duda de si estas virtudes personales se traducen necesariamente en buenas decisiones políticas.
En el prólogo, Merkel promete identificar sus errores de juicio, aunque las autocríticas se limitan a algunos deslices retóricos, como la imagen “trivial” y “localista” de la ama de casa suaba ahorradora que utilizó durante la crisis del euro.
Tras el Brexit, confiesa sentirse “atormentada” por la posibilidad de que más concesiones hubieran evitado la salida del Reino Unido de la Unión Europea, pero concluye que la decisión era inevitable desde que David Cameron intentó apaciguar a los euroescépticos de su partido. Las cuestiones de fondo, como la apuesta alemana por el gas ruso para facilitar el abandono de la energía nuclear, quedan sin abordar en profundidad.
La publicación de Libertad ofrece una visión introspectiva de la ex canciller, marcada por la moderación y la autocrítica limitada. Merkel concluye el libro destacando la importancia de asumir la responsabilidad política, una cualidad que admiraba en su mentor Helmut Kohl: la capacidad de “asumir genuinamente la responsabilidad política última”.
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