Fecha de publicación: 19 de Noviembre de 2025 a las 09:53:00 hs
Medio: TN
Categoría: GENERAL
Descripción: El acoso escolar no siempre es evidente ni ocurre en el patio del colegio. Hoy puede aparecer en chats, redes o grupos de WhatsApp. Una especialista explica cómo reconocerlo, cómo acompañar a un hijo que lo sufre y qué hacer si el agresor es nuestro propio hijo.
Contenido: Hablar de bullying es hablar de un problema social que afecta a miles de chicos y chicas cada año. Aunque suele asociarse a peleas físicas o insultos en el recreo, el acoso escolar mutó con el avance de la tecnología y hoy puede tomar formas silenciosas, sostenidas y difíciles de detectar. Comprender cómo ocurre y qué señales observar es clave para prevenir daños emocionales profundos.
La Dra. Anne Marie Albano, directora del Centro de Salud Mental Juvenil del NewYork-Presbyterian, explica que el bullying tiene una característica central: no es un conflicto aislado, sino un patrón repetido. “El acoso escolar es un comportamiento persistente, intencional y agresivo —verbal o físico— hacia otra persona, y no un incidente aislado”, señala.
Existen distintas formas de bullying, algunas más evidentes que otras.
El entorno digital amplifica el impacto, porque el daño ocurre en público y queda disponible las 24 horas.
Las consecuencias del acoso escolar pueden extenderse hasta la adultez. “Ser víctima de acoso escolar puede provocar sentimientos de profunda vergüenza, miedo e impotencia”, explica Albano. A esto se suma que muchas veces los pares no intervienen por miedo a quedar expuestos, lo que refuerza la sensación de soledad.
A largo plazo, estas experiencias pueden influir en la manera en que una persona se vincula. “Incluso puede afectar el comportamiento de las víctimas de acoso en sus amistades y relaciones cuando son mayores”, señala la especialista.
No se trata solo de autoestima: pueden aparecer ansiedad, depresión y dificultades para poner límites.
Los adultos no siempre reciben un relato directo. Por eso es importante prestar atención a cambios de conducta como:
Si algo llama la atención, Albano recomienda iniciar una conversación abierta: “Lo primero que recomiendo es hablar con tu hijo/a y tener una conversación sincera”.
El primer paso es escuchar sin juzgar. Frases como “Eso suena muy difícil” validan lo vivido y abren espacio al diálogo. Albano también sugiere remarcar dos mensajes clave:
Luego, es fundamental trabajar juntos en cómo abordarlo y comunicarlo al colegio: docentes, directivos o referentes escolares deben intervenir.
Aunque es difícil enfrentar esa posibilidad, es parte del rol adulto. En muchos casos, explica Albano, un niño que acosa a otros puede estar reproduciendo algo que vivió, buscando atención o intentando encajar en un grupo.
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Hablar sin enojo, entender qué hay detrás del comportamiento y marcar límites claros es esencial. “Este comportamiento es inaceptable”, indica la especialista como ejemplo de frase necesaria. También debe haber consecuencias concretas y reparadoras: disculpa, conversación institucional o seguimiento escolar.
El bullying no “se pasa solo” ni “fortalece”. Tanto si un hijo es víctima como si participa del acoso, pedir apoyo profesional puede ayudar a reparar, prevenir y acompañar el desarrollo emocional.
Como resume Albano, la intervención temprana es clave para “detener el acoso, abordar las necesidades emocionales inmediatas y encaminarlo nuevamente hacia un desarrollo sano y seguro”.
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