Fecha de publicación: 18 de Noviembre de 2025 a las 13:55:00 hs
Medio: INFOBAE
Categoría: GENERAL
Descripción: Un análisis sobre cerca de 5.000 lenguas y dialectos revela que las condiciones ambientales dejan huellas en la estructura sonora, con palabras más “abiertas” en zonas templadas y tonos más cerrados en geografías extremas
Contenido: Investigadores analizaron cerca de 346.000 palabras de aproximadamente 5.000 idiomas y dialectos para calcular la sonoridad promedio de cada lengua. El estudio, publicado en la revista PNAS Nexus, detectó que los idiomas que se desarrollaron en climas cálidos tienden a presentar palabras más sonoras y resonantes.
El concepto de sonoridad no equivale exactamente a volumen, pero refleja la cualidad de los sonidos de un idioma. Palabras con muchas vocales, como “boca” o “mouth”, presentan mayor sonoridad que términos más cerrados, como “labios” o “lips”.
Los sonidos más abiertos y resonantes, según la investigación, predominan en las lenguas originadas en zonas templadas o cálidas. Por el contrario, los idiomas de regiones frías muestran fonéticas más cerradas y menos voluminosas.
El análisis observó la tendencia mundial: mientras mayor es la temperatura media en un país, más abierta resulta la sonoridad de los sonidos de los idiomas del lugar. El fenómeno, por el contrario, se atenúa en las lenguas formadas en climas más fríos.
De acuerdo con testimonios recogidos por Atlas Obscura, Tianheng Wang, doctorando en lingüística computacional en la Universidad de Nankai y primer autor del estudio, existen varias teorías que buscan explicar este fenómeno.
La primera sostiene que el aire frío y seco de los climas continentales dificulta la vibración de las cuerdas vocales, lo que habría favorecido sonidos más cerrados y prudentes para hablar; además, en ambientes fríos, las personas tenderían a mantener la boca menos expuesta.
Otra teoría citada en el estudio sugiere que el aire cálido absorbe y amortigua los sonidos agudos, lo que habría favorecido la proliferación de palabras más abiertas y sonoras en los idiomas originarios de regiones cálidas. Esto permitiría que los sonidos lleven mejor a la distancia y resistan la distorsión climática.
Según Gary Lupyan, científico cognitivo de la Universidad de Wisconsin-Madison, el trabajo aporta evidencia relevante, pero también refleja algunos límites metodológicos que merecen consideración.
Por ejemplo, en el análisis se incluyeron en promedio 40 palabras por idioma, una cantidad limitada por la escasez de datos para ciertas lenguas. Lupyan explicó que este número brinda apenas una instantánea imperfecta sobre el habla real de cada idioma.
El investigador señaló que las palabras utilizadas no se ponderaron por frecuencia de uso. Una palabra muy sonora, pero poco común, debería tener menos peso que una menos sonora pero cotidiana. La falta de ponderación representa un desafío para evaluar con precisión las características sonoras de cada idioma.
Lupyan indicó que la investigación podría ampliarse para diferenciar entre efectos de temperatura y humedad, o analizar cómo la altitud incide sobre la producción y percepción de sonidos. Futuras investigaciones con análisis más específicos permitirían comprender mejor el mecanismo detrás de la correlación entre sonoridad idiomática y variables climáticas.
Wang, autor principal del trabajo, subrayó en sus conclusiones el carácter multifactorial y evolutivo de las lenguas. Según su perspectiva, los idiomas acumulan a lo largo de siglos “valiosas pistas” sobre la relación entre ambiente y sociedad. Explorar esas pistas puede ayudar a entender la historia de las migraciones lingüísticas y la adaptación humana a los entornos naturales.
El estudio de la interacción entre geografía, clima y lenguaje se considera un campo complejo, con pocos consensos definitivos. Los científicos coinciden en que el desarrollo fonético de cada lengua responde a influencias históricas, climáticas y sociales diversas.
En síntesis, el nuevo trabajo científico colabora en el debate sobre la evolución y distribución mundial de las lenguas, aportando indicios sobre el posible papel del clima en la formación de sus principales rasgos distintivos.
De acuerdo con Wang, analizar la composición sonora de los idiomas permite visualizar cómo la adaptación humana al entorno dejó huellas detectables en la música del lenguaje.
Según los expertos, la investigación abre preguntas fundamentales sobre la relación entre humanos, habla y naturaleza. Nuevos estudios, más detallados y con mayor cantidad de palabras, aclararían el papel de factores como humedad, altitud y migraciones en la configuración de los idiomas actuales.
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