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Fecha de publicación: 4 de Noviembre de 2025 a las 09:08:00 hs

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Medio: INFOBAE

Categoría: GENERAL

Descubren que las variaciones rápidas de la presión arterial pueden afectar zonas clave del cerebro

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Descripción: Un estudio de la Universidad del Sur de California advirtió que, en personas mayores, puede generar los primeros cambios cerebrales vinculados a trastornos neurodegenerativos, incluso cuando los registros promedio parecen normales

Contenido: Un nuevo estudio publicado en el Journal of Alzheimer’s Disease revela que las variaciones rápidas en la presión arterial entre latidos del corazón se relacionan con indicios iniciales de degeneración cerebral en personas mayores, incluso cuando la presión arterial promedio permanece en niveles saludables.

El trabajo fue realizado por investigadores de la Universidad del Sur de California (USC), quienes monitorearon a adultos de entre 55 y 89 años para cuantificar la fluctuación de la presión en periodos muy breves y su impacto en la estructura y la función cerebral.

l hallazgo sugiere que no solo el valor promedio de la presión arterial merece atención, sino también la inestabilidad que puede presentarse entre latidos.

Las fluctuaciones latido a latido en la presión arterial pueden indicar procesos de envejecimiento vascular que afectan directamente el cerebro.

El estudio de la USC analizó la “inestabilidad dinámica” en la presión arterial, definida por cambios abruptos en solo minutos, incluso en adultos con cifras promedio normales. De acuerdo con los autores, estas oscilaciones se vinculan a volúmenes cerebrales más pequeños y concentraciones elevadas de neurofilamento ligero en la sangre, un biomarcador que indica daño en las células nerviosas.

Daniel Nation, profesor en la Escuela Leonard Davis de la USC y autor principal del trabajo, explicó a Fox News que “incluso cuando la presión arterial está bien controlada con medicamentos, la rápida fluctuación de la presión arterial de latido a latido se asocia con peor memoria y signos de atrofia cerebral y daño a las células cerebrales”.

Nation añadió que la regulación de la presión tiende a perder precisión con la edad, lo que puede contribuir a esta inestabilidad.

La investigación incluyó a 105 adultos mayores que no presentaban enfermedades neurológicas ni sistémicas graves. La medición de la presión arterial se llevó a cabo a través de un monitoreo continuo con un dispositivo instalado en el dedo, durante un examen de resonancia magnética cerebral que duró unos siete minutos. Este método permitió a los investigadores observar cómo la presión arterial variaba de un latido a otro y correlacionar estas variaciones con parámetros cerebrales y marcadores sanguíneos.

Los expertos centraron sus mediciones en la variabilidad real promedio (VRP), que cuantifica el cambio de la presión sistólica en cada pulsación, y en el índice de rigidez arterial (IRA), que evalúa la flexibilidad de las arterias en respuesta a esos cambios. Cuando ambas medidas resultaban elevadas —presión arterial inestable combinada con arterias rígidas—, se detectaron los niveles más altos de daño cerebral.

El análisis de resonancias magnéticas reveló que los participantes con más inestabilidad y arterias menos elásticas presentaban un volumen reducido en el hipocampo y la corteza entorrinal, áreas clave para la memoria y que suelen verse afectadas en etapas tempranas de la enfermedad de Alzheimer. Además, los mismos individuos exhibieron niveles sanguíneos superiores de neurofilamento ligero (NfL), que es un marcador de daño en las células nerviosas.

Estas asociaciones persistieron aun tras ajustar los resultados por edad, sexo y presión arterial promedio, lo que resalta la importancia de las fluctuaciones como posible factor de riesgo autónomo. Según Nation, “estas rápidas fluctuaciones de la presión arterial estaban relacionadas con lesiones cerebrales, independientemente de si tienen hipertensión o reciben tratamiento con medicamentos para bajar la presión arterial”.

El estudio también encontró cierta asimetría: los cambios estructurales eran más notorios en el hemisferio izquierdo del cerebro. Los autores consideraron posible que el lado izquierdo, por diferencias anatómicas o demandas de flujo sanguíneo, sea más vulnerable al estrés vascular.

El consenso médico ha girado históricamente en torno a la reducción de los promedios de presión arterial para prevenir deterioros cognitivos y accidentes cerebrovasculares. Sin embargo, estos hallazgos aportan evidencia de que la variabilidad de la presión arterial en lapsos cortos puede ser igual o más relevante para la salud cerebral, al margen de los valores promedio registrados en una consulta.

Trevor Lohman, profesor asistente de investigación en neurología y gerontología de la USC y primer autor del estudio, expresó: “Este estudio sugiere que también deberíamos observar cuán estable es la presión arterial de un momento a otro. Reducir estas fluctuaciones podría ayudar a proteger el cerebro, incluso en personas cuyas lecturas promedio parecen normales”.

Para los especialistas, monitorear la estabilidad de la presión arterial podría facilitar la detección precoz de alteraciones cerebrales y abrir el camino a nuevas estrategias de prevención de la demencia. Si bien actualmente no existen tratamientos dirigidos específicamente a la inestabilidad dinámica, el equipo de la USC considera que desarrollar terapias para atenuar estas fluctuaciones debería convertirse en una prioridad.

“La presión arterial no es estática; siempre se adapta a las necesidades del cuerpo. Pero a medida que envejecemos, esa regulación puede volverse menos precisa”, afirmó Nation. De momento, los investigadores recomiendan a los adultos mayores continuar con el control convencional de la presión y no interrumpir la medicación prescrita, a la vez que se mantiene bajo observación la estabilidad de las cifras entre latidos.

Mantener un control estricto de la presión arterial incluso durante periodos relativamente cortos puede aportar beneficios duraderos a la salud cerebral en personas mayores, según otro ensayo clínico reciente. La investigación, publicada en la revista Neurology, siguió a más de 7.000 participantes y constató que quienes mantuvieron la presión sistólica alrededor de 120 durante tres años y medio presentaron un menor riesgo de desarrollar deterioro cognitivo leve o demencia, efecto que persistió aun después de reducir la intensidad del tratamiento.

El estudio, liderado por Jeff Williamson, profesor de gerontología y medicina geriátrica en la Facultad de Medicina de la Universidad de Wake Forest, demostró que la reducción intensiva de la presión arterial disminuyó la probabilidad de deterioro cognitivo leve en un 13% y de demencia en un 11% respecto a personas con objetivos menos estrictos de presión arterial. Los participantes asignados al tratamiento más intensivo solo recibieron esta intervención durante un promedio de 3,3 años, pero los beneficios sobre la función cerebral se prolongaron durante un seguimiento de casi siete años.

Estos resultados, que surgen del histórico Ensayo de Intervención para la Presión Arterial Sistólica (SPRINT), respaldan la estrategia de mantener la presión arterial en objetivos más bajos como vía efectiva para la prevención del deterioro cognitivo y sugieren un impacto prolongado en la protección cerebral incluso tras un periodo relativamente breve de tratamiento intensivo.

Los autores del estudio actual subrayan que el trabajo es transversal y solo permite establecer correlaciones, no causalidad. Las investigaciones futuras, según Nation, deberán demostrar si intervenir en estas fluctuaciones puede modificar el curso de la neurodegeneración o evitar el deterioro de la memoria. El equipo de la USC ya proyecta análisis más prolongados para esclarecer esos vínculos.

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