Fecha de publicación: 20 de Octubre de 2025 a las 09:03:00 hs
Medio: TN
Categoría: GENERAL
Descripción: Son las cuatro respuestas del sistema nervioso ante el conflicto. Entender cuál domina en vos puede cambiar la forma en que te vinculás. Psicólogos explican cómo reconocer tu patrón y qué hacer para salir del modo automático.
Contenido: Discutir no siempre es malo. De hecho, las diferencias son inevitables en cualquier vínculo. Lo importante no es evitarlas, sino saber cómo reaccionamos cuando llegan.
Según la psicología, existen cuatro respuestas automáticas ante el conflicto:
Estas reacciones, conocidas como “las 4 F” (fight, flight, freeze, fawn), son reflejos del sistema nervioso que se activan ante situaciones de amenaza o estrés, incluso cuando la amenaza es emocional.
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“El cuerpo siempre prioriza la seguridad y la supervivencia”, explica el psicólogo Dr. Clayton Ingrid, autor del libro Fawning. “Recordamos lo que funcionó en el pasado y repetimos esa estrategia, aunque ya no sea útil”.
Cuando una de estas respuestas se vuelve crónica —es decir, cuando se convierte en tu forma habitual de reaccionar— puede afectar la salud emocional y la vida amorosa. La clave está en reconocerla y aprender a regularla.
Si tu impulso es levantar la voz, discutir o “defender tu punto” hasta el final, probablemente respondas desde el modo lucha. “La lucha genera energía, límites y capacidad de acción, pero también puede derivar en agresión o control”, señala la hipnoterapeuta Zoe Clews.
En equilibrio, este perfil tiene aspectos positivos: suele defender causas, proteger lo que valora y luchar por justicia. Pero cuando domina la reacción, puede dejar una sensación de hostilidad constante y cansancio emocional.
Consejo: esperá 24 horas antes de responder mensajes o hablar de algo que te enoja. Descargá la energía físicamente —golpear una almohada, caminar, hacer ejercicio— antes de conversar. Liberar la tensión previene explosiones y permite hablar desde la calma.
Quienes reaccionan desde la huida tienden a evitar el conflicto, encerrarse, distraerse o postergar conversaciones difíciles. Es una respuesta natural del sistema nervioso ante el peligro: huir para protegerse. Pero en los vínculos, esa evasión puede volverse una forma de distancia emocional.
“El cuerpo entra en modo pánico o hipervigilancia, y la persona siente que no puede enfrentar la discusión”, explica Ingrid. A largo plazo, esto puede generar ansiedad, insomnio o sensación de desconexión.
Consejo: practicar técnicas de mindfulness o yoga ayuda a mantener la mente en el presente y reducir el impulso de escapar. Antes de cerrar una conversación, respirá profundo y repetí: “Estoy a salvo, puedo escuchar”.
El modo “freeze” aparece cuando una persona se siente abrumada. En lugar de atacar o huir, se paraliza. Es una forma de defensa que implica desconectarse mentalmente, quedarse inmóvil o perder la capacidad de responder.
“Quien se congela no ignora al otro por malicia; su sistema simplemente se apaga”, aclara Clews. Suele relacionarse con antecedentes de estrés prolongado, trauma o experiencias donde no fue posible defenderse.
Consejo: para salir del bloqueo, lo importante es reconectarse con el cuerpo y el entorno. Pequeños movimientos, música o tareas simples (regar plantas, cocinar, caminar) pueden ayudar a reactivar la energía sin forzar la exposición emocional.
Este estilo se conoce como fawning o “adulación”. Quien reacciona así busca evitar el conflicto complaciendo al otro. Dice que sí cuando quiere decir no, se disculpa por todo y prioriza el bienestar ajeno sobre el propio.
“Es como esconderse a plena vista: parece que estás de acuerdo, pero en realidad estás cediendo para mantener la paz”, explica Ingrid. Este patrón suele originarse en infancias donde era necesario complacer o adaptarse para recibir afecto.
Consejo: empezar a expresar opiniones en temas pequeños. Preguntate: “¿Qué quiero realmente? ¿Qué temo que pase si lo digo?”. Aprender a poner límites sin culpa es una forma de sanar la autoestima.
Reconocer tu respuesta dominante no significa etiquetarte, sino entender cómo te defendés.Todas las reacciones —luchar, huir, congelarse o adular— fueron útiles alguna vez. Pero cuando se convierten en hábito, limitan la conexión genuina con el otro.
“Nuestros sistemas nerviosos están diseñados para luchar, descansar y recuperarse, no para vivir permanentemente en modo alerta”, dice Clews. Aprender a regularte, pedir ayuda terapéutica y comunicarte desde la calma puede transformar por completo tu vida emocional.
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