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Fecha de publicación: 15 de Octubre de 2025 a las 06:00:00 hs

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Medio: TN

Categoría: GENERAL

Del boom de ICQ y MSN al auge de WhatsApp y Telegram: así cambió la forma de chatear

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Descripción: La mensajería instantánea transformó las comunicaciones. Pero también trajo una revolución cultural y la amenaza de ciberdelitos.

Contenido: Hace más de 20 años, enviar un mensaje instantáneo por internet era una experiencia que mezclaba emoción, impaciencia y cierta magia tecnológica. Hoy, mandar un WhatsApp, un mensaje de Telegram o un DM de Instagram es tan cotidiano como abrir una app del clima: lo hacemos casi sin pensar.

La historia de cómo cambió nuestra manera de comunicarnos a través de herramientas de chat refleja no solo avances tecnológicos, sino también transformaciones culturales profundas en la forma en que nos relacionamos, nos expresamos y nos exponemos.

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Todo comenzó en la década de 1990. En 1996, ICQ irrumpió en la escena con una propuesta sencilla pero revolucionaria: permitir a los usuarios enviar mensajes instantáneos a cualquier persona conectada.

ICQ ofrecía un identificador único, un listado de contactos, notificaciones de mensajes y, por supuesto, la posibilidad de personalizar tu perfil con un status o estado que decía si estabas disponible, ausente o ocupado.

Los primeros emoticonos, aunque rudimentarios, comenzaron a formar parte de nuestra comunicación cotidiana. ¡Y cómo olvidar el sonido de la conexión a la plataforma!

Apenas tres años después, en 1999, Microsoft lanzó MSN Messenger (que después cambiaría a Windows Live Messenger). El programa se convertiría en un fenómeno global. A diferencia de ICQ, Messenger ofrecía una interfaz más amigable, integración con Hotmail y, sobre todo, una lista funciones que marcarían a toda una generación:

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En aquel entonces, chatear era un ritual: había que llegar a casa, prender la computadora, conectarse al modem y esperar que el otro estuviera en línea. Incluso, se usaba conectarse y desconectarse varias veces para que los demás se dieran cuenta de que uno estaba online.

Además, cada conversación era efímera; si no la guardabas, desaparecía al cerrar la sesión. La mensajería instantánea era un espacio de experimentación, creatividad y, en cierta medida, de inocencia digital

Antes de que los smartphones dominaran la escena, los SMS eran la forma más extendida de mensajería móvil. Cada mensaje tenía un límite de 160 caracteres y, si bien carecían de multimedia, las abreviaturas y los emoticonos nacieron aquí: TQM, xq y :P se convirtieron en el lenguaje propio de la comunicación breve.

Paralelamente, en la primera mitad de los 2000, los dispositivos BlackBerry se hicieron populares en entornos corporativos. Su característica más icónica era el push email y un teclado físico que permitía escribir rápido.

Las BlackBerry Messenger (BBM) introdujeron conceptos que hoy damos por sentado: notificaciones en tiempo real, confirmaciones de entrega y lectura, y la necesidad de tener un identificador único.

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El verdadero cambio de paradigma llegó con la masificación de los smartphones y la posibilidad de tener internet en todos lados. WhatsApp, lanzado en 2009, transformó el chat en algo omnipresente: siempre en tu bolsillo, disponible 24/7.

Las funciones clave que marcaron esta transición incluyen:

Telegram, lanzado en 2013, añadió nuevas capas: chats secretos con cifrado de extremo a extremo, mensajes que se autodestruyen, bots para automatizar tareas y canales de difusión masiva. Muchas de esas funciones también fueron adoptadas, con el tiempo, por WhatsApp.

Comparar Messenger con WhatsApp es también un ejercicio cultural. Antes, las indirectas en el estado o los zumbidos tenían un tinte lúdico; ahora, la lectura de un mensaje puede generar ansiedad o malentendidos.

Por otra parte, antes uno estaba online solo cuando se sentaba frente a la computadora. Hoy, la línea entre lo público y lo privado se difumina y mucha gente supone que estamos disponibles todo el tiempo, a toda hora, y desaparecer del radar digital se vuelve casi imposible.

Y aunque vivimos a toda velocidad, las conversaciones dejaron de ser efímeras y hoy todo queda registrado y guardado en copias de seguridad en la nube.

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Así, en los últimos 20 años, la mensajería instantánea recorrió un camino que refleja no solo la evolución tecnológica, sino también cómo cambiamos como sociedad.

De sentarnos frente a la compu especialmente para chatear a mensajearnos desde cualquier lugar, de los estados poéticos o enigmáticos, a la doble tilde azul, la forma de conectarnos nunca dejará de transformarse. Y seguramente, dentro de otros 20 años, miraremos con nostalgia lo que hoy nos parece cotidiano.

Con la masificación y la centralidad de estas apps, también crecieron los riesgos. Hoy, las estafas por WhatsApp, Telegram y otras plataformas son moneda corriente. Algunos ejemplos son:

Las empresas de mensajería implementaron herramientas de seguridad, como verificación en dos pasos, cifrado de extremo a extremo y detección de enlaces peligrosos, pero la educación y responsabilidad del usuario sigue siendo clave.

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