Fecha de publicación: 27 de Mayo de 2025 a las 16:21:00 hs
Medio: INFOBAE
Categoría: GENERAL
Descripción: Disney continúa su camino de adaptaciones en acción real y, tras las críticas a Blancanieves, apuesta por una reinterpretación de uno de sus clásicos animados ambientado en Hawái. El resultado combina nostalgia, efectos modernos y una narrativa renovada.
Contenido: No es ninguna novedad que el panorama cinematográfico actual esté dominado por remakes, secuelas, regresos nostálgicos y adaptaciones de todo tipo. Las ideas originales escasean, y cuando logran asomar la cabeza, como fue el caso de Sinners, son celebradas casi como rarezas. En este escenario saturado, Disney no se queda atrás: lleva años apostando por versiones live-action de sus clásicos animados. La mayoría de estas propuestas carecen de alma, y en muchas ocasiones no hacen más que replicar cuadro por cuadro películas que ya funcionaban perfectamente en su formato original. El cine animado tiene una libertad narrativa única, que permite jugar con la imaginación sin restricciones, algo que muchas de estas nuevas versiones no logran capturar.
Los ejemplos sobran: La Bella y la Bestia, Aladdín, Mulán, La Cenicienta, entre otros, con resultados que varían entre lo efectivo y lo olvidable. Más recientemente, Disney presentó su ambiciosa adaptación de Blancanieves, un emblema del estudio y del cine animado en general, que generó opiniones divididas. Así, no fue sorpresa cuando se confirmó que Lilo & Stitch también tendría su propia versión con actores reales. Aunque originalmente pensada para estrenarse en Disney+, la película terminó llegando a salas de cine, donde ya ha recaudado cifras considerables. Esta respuesta comercial indica que la tendencia de reversionar clásicos aún tiene largo recorrido, especialmente con títulos como Moana ya en desarrollo.
La historia original de Lilo & Stitch debutó en 2002, en una época en la que Disney venía apostando por princesas, grandes números musicales y relatos más tradicionales. Sin embargo, esta película ofrecía algo distinto: una historia centrada en el concepto de familia, pérdida, y la aceptación de lo extraño. Ambientada en Hawái, nos presentaba a Lilo Pelekai, una niña solitaria y apasionada por la fotografía, que tras la muerte de sus padres vive con su hermana mayor, Nani. La llegada del “Experimento 626″, una criatura alienígena diseñada para la destrucción, cambia su vida para siempre.
Ese experimento, creado por el científico Jumba Jookiba, escapa a la Tierra y es adoptado por Lilo, quien le da un nombre: Stitch. Más allá de su apariencia feroz y comportamiento errático, Lilo le ofrece algo que nunca conoció: una identidad, un hogar, un lugar donde pertenecer. Es en esa relación que la película original logró conectar profundamente con el público, explorando temas como la familia elegida, la resiliencia emocional y el derecho a ser aceptado tal como uno es.
Detrás de ese relato estaban Chris Sanders y Dean DeBlois, dos nombres que hoy siguen dejando su huella en el cine animado. Sanders, además de prestar su voz a Stitch, participó activamente en el desarrollo de esta nueva versión live-action. Su carrera ha seguido creciendo, destacándose con títulos como Robot Salvaje, una de las películas animadas más aclamadas de los últimos años. Por su parte, DeBlois es reconocido por ser el artífice de la exitosa franquicia Cómo entrenar a tu dragón, que también tendrá próximamente su adaptación en acción real. El regreso de Sanders a Lilo & Stitch es, en muchos sentidos, un intento de recuperar la esencia que hizo tan especial a la historia original.
Una de las principales novedades de esta versión en acción real es la incorporación de varios personajes nuevos que modifican el eje emocional de la historia. En lugar de centrarse únicamente en el vínculo entre Lilo y Nani, el guion decide redirigir parte del foco hacia el crecimiento personal de la hermana mayor. Para lograrlo, se incorpora una nueva asistente social, interpretada por Tia Carrere (quien, curiosamente, prestó su voz a Nani en la versión animada), junto a una vecina que colabora en el cuidado de Lilo. Este cambio permite explorar una nueva dimensión en la vida de Nani, interpretada por Sydney Agudong, mostrándonos sus sueños de juventud, las metas que tenía antes de la tragedia familiar y el duelo que aún carga. Es una decisión arriesgada para los amantes de la historia clásica, que intenta humanizar más al personaje, aunque también genera que la historia se fragmente en demasiados frentes.
Uno de los puntos más flojos de esta adaptación es, sin dudas, su manejo de los villanos. En la película original, Jumba y Pleakley no eran verdaderos antagonistas: más bien, eran testigos del cambio de Stitch, personajes excéntricos con sus propios conflictos, que aportaban humor y corazón. El verdadero antagonista era Gantu, enviado a la Tierra por la Gran Consejera Galáctica, cuya aparición traía consigo un necesario clímax de acción y tensión. En esta versión, sin embargo, Gantu brilla por su ausencia y Jumba queda reducido a un conjunto de chistes forzados y una motivación poco clara, encarnado sin demasiada gracia por Zach Galifianakis. Su personaje se muestra obsesionado con su laboratorio (más que con sus experimentos) y con una inexplicable hostilidad hacia la humanidad, lo que desdibuja por completo su papel en la historia. La dupla alienígena pierde impacto, y lo mismo sucede con la trama espacial, que no solo ignora personajes icónicos, sino también la posibilidad de explorar mejor el universo fuera de la Tierra.
Además, el largometraje desaprovecha de forma notable los paisajes hawaianos. Lo que en la animación original era un despliegue visual lleno de calidez, color y respeto por la cultura local, aquí queda relegado a un puñado de escenas que apenas transmiten la esencia de la isla. Tampoco hay persecuciones espaciales memorables ni se exploran con profundidad los elementos más fantásticos del universo creado hace más de veinte años. En cambio, se apuesta por un tono emocional que por momentos roza lo melodramático, con escenas que buscan forzar la lágrima sin necesidad, perdiendo así la sutileza con la que el filme original hablaba del abandono, la pérdida y la necesidad de pertenecer.
La decisión de inclinarse por el drama tiene consecuencias, ya que muchas escenas se sienten artificiales y alargadas, como si quisieran subrayar cada conflicto de forma exagerada. La belleza de Lilo & Stitch siempre estuvo en su corazón: en el “ohana” como núcleo emocional y en la construcción de una familia no tradicional pero profundamente unida. Esta versión intenta replicarlo, pero a veces se pierde en el intento de agregar capas emocionales que no terminan de encajar.
En el aspecto positivo, el gran acierto del film es, sin duda, Stitch. El CGI sorprende para bien: su diseño conserva la esencia del personaje animado, y sus gestos, movimientos y expresividad logran que el público conecte de inmediato. Aunque se omite la entrañable secuencia del patito —clave en su desarrollo original—, su arco de transformación sigue funcionando, porque Stitch ya es un personaje sólido y carismático por naturaleza. Su mezcla de caos, ternura y desparpajo es suficiente para sostener muchas de las escenas y, sobre todo, para seguir conquistando a nuevas generaciones que aún eligen llevarlo en remeras, mochilas o peluches.
Aunque hay decisiones narrativas discutibles y un exceso de dramatismo innecesario, la película sigue siendo una ventana válida para acercar este clásico a nuevas audiencias. El trabajo de Dean Fleischer Camp, conocido por Marcel the Shell with Shoes On, no logra dejar una marca autoral clara, y en muchos tramos se siente más como una producción calculada por el estudio que como una reinterpretación con voz propia. Sin embargo, en su conjunto, Lilo & Stitch funciona gracias al material de base y al impacto emocional que conserva. Tiene momentos sinceros, guiños bien logrados y un mensaje que sigue vigente: la importancia de aceptar nuestras diferencias y construir vínculos desde el amor. Es probable que conquiste al público joven, y al mismo tiempo, reconecte con los adultos que alguna vez soñaron con tener un Stitch propio en casa.
En conclusión, esta nueva versión de Lilo & Stitch es una película correcta, que brilla cuando se apoya en lo que ya estaba bien hecho. Sus mejores momentos son aquellos en los que respeta el espíritu de la original, con su sensibilidad única, sus momentos de comedia bien dosificados y su enfoque en los lazos afectivos. La relación entre Lilo y Stitch, aunque con matices nuevos, sigue siendo el alma del relato. A pesar de algunos cambios estructurales, el vínculo entre ambos se construye de forma sólida, apuntando directamente a la nostalgia de quienes crecimos con esta historia y conectamos desde chicos con esa idea de familia disfuncional pero amorosa. Lilo mantiene esa curiosidad tan característica, esa mirada inquieta hacia el mundo, y Stitch —a pesar del rediseño— conserva ese caos entrañable que lo convirtió en un ícono. Maia Kealoha, como Lilo, es un descubrimiento: con una naturalidad encantadora y mucho carisma, logra liderar el elenco con fuerza y profundidad emocional.
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