Menú Responsive Foundation

Fecha de publicación: 15 de Septiembre de 2025 a las 20:41:00 hs

COMPARTIR NOTICIA

WhatsApp Facebook

Medio: INFOBAE

Categoría: GENERAL

Qué dice la ciencia sobre el vínculo entre la contaminación del aire y la enfermedad de Parkinson

Portada

Descripción: Expertos y estudios analizaron esta problemática en el último tiempo. Las conclusiones

Contenido: El aumento sostenido de la prevalencia de la enfermedad de Parkinson en las últimas décadas está bajo la lupa de la ciencia. Entre otros puntos, los expertos dirigen su atención hacia la contaminación del aire como un factor ambiental de peso en el desarrollo de este trastorno.

De acuerdo con lo divulgado por la American Brain Foundation, la incidencia del Parkinson se duplicó en los últimos 25 años y se prevé que vuelva a duplicarse para 2050. En ese mismo lapso, la discapacidad asociada a la enfermedad creció un 80% y las muertes vinculadas aumentaron un 100%. La Organización Mundial de la Salud (OMS) identificó la contaminación del aire como uno de los mayores riesgos ambientales para la salud.

Los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH) definen el Parkinson como un trastorno cerebral caracterizado por movimientos involuntarios o incontrolables, como temblores, rigidez y dificultades en el equilibrio y la coordinación.

“Muchos investigadores ahora creen que es el resultado de una combinación de factores genéticos y ambientales, como la exposición a toxinas”, explican desde los NIH.

De acuerdo con la Universidad Johns Hopkins, diversos científicos plantean que existe una relación entre la exposición a toxinas ambientales, como pesticidas y metales pesados, y un aumento en el riesgo de desarrollar la enfermedad de Parkinson. De todos modos, la institución aclara que una exposición prolongada a una toxina específica no necesariamente provoca la aparición de esta enfermedad. Muchas personas pueden estar en contacto con estas sustancias y no llegar a manifestarla.

La asociación se considera un elemento más dentro del conjunto de posibles causas. Por lo general, los casos individuales de Parkinson obedecen a una interacción compleja entre la genética, el entorno y otros factores, según la universidad.

El director del Instituto de Ingeniería Celular en Johns Hopkins, Ted Dawson, señala además que la herencia genética probablemente influye, ya que si las toxinas fueran un factor decisivo se observaría una incidencia mucho mayor de Parkinson entre trabajadores agrícolas.

Diversos estudios recientes profundizaron en la relación entre la contaminación atmosférica y el riesgo de desarrollar Parkinson. Una investigación publicada en JAMA Network Open por la doctora Brittany Krzyzanowski y su equipo del Instituto Neurológico Barrow en Phoenix, analizó datos de 346 pacientes con Parkinson y 4.813 controles del Proyecto Epidemiológico de Rochester, recopilados entre 1998 y 2015.

Los resultados mostraron que la exposición a partículas finas de menos de 2,5 micrómetros de diámetro (PM2.5) se asocia con un incremento del 23% en la probabilidad de desarrollar la enfermedad en comparación con quienes están menos expuestos. Este riesgo es especialmente elevado en áreas metropolitanas.

El estudio también identificó que la exposición al dióxido de nitrógeno (NO₂) incrementa el riesgo de Parkinson en un 13%. Además, la contaminación del aire se relaciona con una mayor probabilidad de desarrollar la forma rígida acinética de la enfermedad, caracterizada por la marcada rigidez muscular y la pérdida de la capacidad de movimiento automático como el parpadeo o el balanceo de los brazos al caminar, con un aumento del 36% en el riesgo por cada unidad adicional de concentración de PM2.5.

Entre quienes ya padecen Parkinson, una mayor exposición a PM2.5 eleva en un 42% el riesgo de discinesia, es decir, movimientos involuntarios, mientras que el NO₂ lo incrementa en un 13%.

En respuesta a la evidencia acumulada, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos redujo en 2024 el estándar anual de PM2.5 de 12 μg/m³ (microgramos por metro cúbico) a 9 μg/m³. Además reconoce los efectos adversos incluso a niveles más bajos. Los autores del estudio sugieren que este límite debería disminuirse aún más, hasta 8 μg/m³.

Otra investigación relevante, publicada en 2023 en la revista Neurology por el mismo equipo del Instituto Neurológico Barrow, se centró en la relación entre la contaminación del aire y el desarrollo del Parkinson en distintas regiones de Estados Unidos. El análisis, basado en datos de cerca de 90.000 personas diagnosticadas con la enfermedad a partir de un conjunto de datos de Medicare que abarca a casi 22 millones de individuos, permitió identificar patrones geográficos y calcular tasas regionales de la afección en función de la concentración anual promedio de partículas finas.

Los hallazgos revelaron que quienes residen en zonas con niveles medios de contaminación enfrentan un 56% más de riesgo de desarrollar Parkinson respecto a quienes viven en áreas con baja contaminación. Sin embargo, la correlación no es uniforme en todo el país. Regiones como el valle del río Mississippi-Ohio, el centro de Dakota del Norte, partes de Texas, Kansas, el este de Michigan y la punta de Florida fueron señaladas como zonas críticas, mientras que la mitad occidental de Estados Unidos presenta un riesgo menor.

La doctora Brittany Krzyzanowski explicó a Neurology: “Estudios anteriores han demostrado que las partículas finas causan inflamación en el cerebro, un mecanismo conocido por el cual podría desarrollarse la enfermedad de Parkinson. Usando técnicas analíticas geoespaciales de última generación, pudimos, por primera vez, confirmar una fuerte asociación a nivel nacional entre la enfermedad de Parkinson incidente y las partículas finas en los EE. UU.”.

Krzyzanowski añadió que “las diferencias regionales en la enfermedad de Parkinson podrían reflejar diferencias regionales en la composición de las partículas. Algunas áreas pueden tener partículas que contienen componentes más tóxicos en comparación con otras áreas. Esto significa que la contaminación en estas zonas puede contener más partículas de combustión procedentes del tráfico y metales pesados procedentes de la industria manufacturera, que se han relacionado con la muerte celular en la parte del cerebro implicada en la enfermedad de Parkinson”.

El estudio consideró factores de riesgo adicionales como edad, sexo, historial de tabaquismo y uso de servicios médicos, y aun así estableció una asociación significativa entre la exposición previa a partículas finas y el riesgo posterior de Parkinson. De los más de 21 millones de beneficiarios analizados, 89.390 recibieron un diagnóstico de Parkinson en 2009, lo que permitió confirmar la relación a nivel nacional entre el promedio anual de PM2.5 y la incidencia de la enfermedad.

La doctora Krzyzanowski subrayó en Neurology: “Los estudios geográficos poblacionales como este tienen el potencial de revelar información importante sobre el papel de las toxinas ambientales en el desarrollo y la progresión del Parkinson, y estos mismos métodos pueden aplicarse también para explorar otros resultados de salud neurológica. A pesar de años de investigación con el objetivo de tratar de identificar los factores de riesgo ambientales de la enfermedad de Parkinson, la mayoría de los esfuerzos se centraron en la exposición a pesticidas. Este estudio sugiere que también deberíamos considerar la contaminación del aire como un factor que contribuye al desarrollo de la enfermedad de Parkinson”.

La American Brain Foundation coincide en que la exposición a altos niveles de contaminación, así como a sustancias químicas como ciertos pesticidas y productos de limpieza industriales, influye de manera significativa en el desarrollo del Parkinson. Según esta organización, “esto significa que la enfermedad de Parkinson podría prevenirse si reducimos la exposición a estas sustancias químicas y a otros factores de riesgo ambientales”.

Imágenes adicionales
Imagen relacionada 1 Imagen relacionada 2 Imagen relacionada 3 Imagen relacionada 4 Imagen relacionada 5

Leer más

Visitas: 0