Fecha de publicación: 4 de Agosto de 2025 a las 02:05:00 hs
Medio: INFOBAE
Categoría: GENERAL
Descripción: A John Holmes su papá biológico lo abandonó y sus dos padrastros lo maltrataron. Se alistó en el ejército y trabajó como vendedor, como conductor de ambulancias y de grúas hasta que, en el baño de un club de cartas, un fotógrafo le propuso trabajar como modelo y actor porno. Filmó más de tres mil pe
Contenido: Una comparación generosa dice que John Holmes fue para la industria cinematográfica del porno lo que Elvis Presley fue para el rock. Nada menos. En realidad John Holmes se llamó primero John Curtis Estes y había nacido en Ashville, Ohio, Estados Unidos, el 8 de agosto de 1944 en medio de la pobreza.
Murió 43 años más tarde, pero en ese lapso de vida llegó a ganar lo que serían hoy 22 mil dólares al día como el actor porno más célebre de todos los tiempos. Grabó casi 3.000 películas en dos décadas y ostentó un récord particular: ser el dueño del pene más largo del mundo con 33 centímetros.
Retrato de una vida patética, llena de drogas, traiciones, proxenetismo, enfermedad, fraudes y hasta crímenes violentos.
John nació dentro de una familia extremadamente humilde. Su padre Curtis Estes era obrero en los ferrocarriles y aguantó poco la presión de ser jefe de familia. Antes de que John cumpliera los tres años, dejó a Mary, una mujer demasiado religiosa, y a su hijo. Simplemente se borró del mapa.
Unos años después, Mary se casó con Harold Edward Holmes y decidieron cambiar el apellido del pequeño quien pasó a ser John Holmes.
Lamentablemente su padrastro no resultó mejor que su padre biológico. Perdidamente alcohólico cuando tomaba arrasaba con todo a su paso llegando a vomitar encima de su hijo. Esta vez la que se cansó y decidió irse fue Mary. Huyó con su hijo hacia la ciudad de Columbus y no les quedó más remedio que comenzar a vivir de la ayuda del Estado.
Cuando John ya había cumplido ocho años, Mary reincidió en el matrimonio: contrajo votos con Harold Bowman. Se mudaron a Pataskala.
Llegó la adolescencia y la vida de John se convirtió en un completo desastre. Tenía 15 años cuando Bowman comenzó a disciplinarlo a los golpes. El joven no lo soportó y le hizo frente. Devolvía violencia con más violencia. En una de esas escaramuzas empujó a su padrastro por la escalera. Harold cayó rodando y no se murió de milagro. Esa misma noche John decidió que no podía quedarse. Se fue de su casa y pasó los siguientes trece días durmiendo por las calles.
Volvió para ver a su madre y decidido a cambiar de rumbo. Le explicó que no se quedaría porque podría matar a Bowman y que, como era menor de edad, necesitaba su permiso y su firma para ingresar al ejército de los Estados Unidos. Esgrimió que era la mejor solución para todos y consiguió la autorización materna.
Comenzó con su entrenamiento en Fort Gordon, en Georgia. Al tiempo fue enviado a Alemania, con los cuerpos especialistas en comunicaciones, donde estuvo tres años. Cuando volvió a su país, se dio de baja del ejército y decidió trasladarse a Los Ángeles. En la gran ciudad hizo de todo para sobrevivir. Vendió artículos puerta a puerta hasta que consiguió empleo como conductor de ambulancias.
Tenía 20 años cuando, en diciembre de 1964, conoció a la enfermera Sharon Ann Gebenini. Se enamoraron y, ocho meses después, se casaron: el matrimonio se celebró el 22 de agosto de 1965 en Fort Ord, California.
Luego de esto vinieron algunos años tranquilos para John Holmes. Hasta que cambió de empleo para ser conductor de grúas de una empresa que envasaba carne. El nuevo trabajo era bien pago, pero insalubre. De tanto entrar y salir de los contenedores refrigerados al calor desértico se enfermó. El contraste térmico le ocasionó graves problemas respiratorios. En siete meses tuvo tres neumotórax (colapso pulmonar que se produce por la presencia de aire en el espacio que hay entre el pulmón y la pared torácica) en el pulmón derecho. Si quería vivir debía cambiar de trabajo, pero antes tenía que hacer mucho reposo para recuperarse.
Ese tiempo ocioso despertó en él otro costado: empezó a frecuentar un club de cartas y gente de otra calaña.
Una noche, mientras hacía pis parado frente el mingitorio en el baño del local, un hombre que hacía lo mismo a su lado, lo observó con atención. Era un fotógrafo. Al notar el enorme largo del pene de Holmes, el desconocido le aconsejó ganarse la vida haciendo fotografías y películas pornográficas. John era un audaz, siempre iba al frente. ¿Por qué no probar? A finales de los años 60 comenzó a hacer fotos para revistas y a grabar algunos videos. Por ese nuevo camino anduvo a toda velocidad y se llenó de billetes los bolsillos.
Al principio, se cuidó muy bien de no mencionar el asunto de su nuevo trabajo a su esposa. Solo le dijo que hacía de modelo para fotos y de extra en películas. Se guardó los detalles y mantuvo el ejercicio de la pornografía en la clandestinidad por un tiempo. En esos tiempos no era complejo ser discreto: no había internet y jamás se mencionaba su nombre real. John respondía a los pseudónimos de “Fred”, “Dave”, “Rudy”, “Big Dick” o “Stan” y muchos del ambiente empezaron a llamarlo “El sultán del anal”.
Ganar dinero con ese rubro se había vuelto fácil. Corrían los años 60 y 70. Los hippies estaban de moda, hacían el amor al aire libre y se oponían a las guerras lejanas. La libertad sexual se volvió un ícono de la liberación y era cool ejercerla. La aparición de John Holmes en la industria de la pornografía coincidió con esta época dorada del porno-chic y con los éxitos de las películas Garganta rofunda y Detrás de la puerta verde.
John Holmes pasó a compartir cama con figuras conocidas como Linda Lovelace (la bella protagonista de Garganta Profunda con una historia casi tan triste como la de él y que años después reconoció que había filmado las escenas de sexo amenazada por lo que había sido una violación); la Cicciolina (actriz triple X, ex diputada italiana y cantante) y con actrices porno norteamericanas como Seka, Amber Lynn y Tracy Lords. Se supo luego que Lords grabó casi todas esos filmes siendo menor de edad. Eran otros tiempos en los que la edad no contaba y donde muchos confundían el “supuesto goce sexual” con feminismo y liberación.
Ya cobraba por día unos 3.000 dólares que a hoy serían unos 22.000. Mucho, pero mucho dinero daba el sexo.
Con el tiempo su mujer Sharon descubrió la verdad sobre lo que hacía John. Igual siguió con él y soportó sus infidelidades. Se había hecho un nombre en la industria por la longitud de su pene: con 33 cm era considerado el más largo de todos los tiempos. Para ese entonces su consumo de cocaína empezó a desbordarlo. En ese espiral de lujuria no había dinero que alcanzara. El descontrol lo empujó a otros abismos: si no filmaba no tenía dinero para poder seguir comprando droga así que incursionó en todos los delitos posibles. Comenzó a robar en las casas que alquilaban para los filmes, revisaba cajones y roperos en busca de joyas, dinero o lo que fuera. Robaba valijas en los aeropuertos o autos. Cualquier tropelía le venía bien. Se metió con pandillas peligrosas para vender drogas y terminó prostituyéndose tanto con mujeres como con hombres. Usaba tarjetas de crédito ajenas sin que le temblara el pulso. Llegó a utilizar la de su propia esposa para comprar 30 mil dólares en electrodomésticos para luego venderlos y hacerse del efectivo para adquirir más y más droga.
A fines de los años 70 llegó a consumir una raya de cocaína cada 15 minutos al tiempo que tomaba decenas de pastillas de benzodiazepinas por día, un medicamento que actúa como un depresor del sistema nervioso central y que se utilizan para tratar, entre otras cosas, el insomnio y la ansiedad. Hubo amigos que dijeron que ingería entre 40 y 50 grageas diarias. Quizá sea una exageración, pero lo cierto es que ese cóctel no ayudaba a la hora de filmar escenas sexuales: su largo pene ya no se mantenía erguido.
En esos tiempos fue arrestado por proxenetismo aunque se las arregló para no quedar preso: se convirtió en informante de la policía de Los Ángeles. Un vulgar soplón que terminó por ayudar a que no se explotaran a menores con fines sexuales.
Holmes siguió con su vida desquiciada, monetizando el sexo e, incluso, se animó a mezclarlo con su experiencia con la policía. En 1973 creó un personaje llamado Johnny Wadd, quien era un investigador privado, y lo colocó en una trama que combinaba escenas sexuales con policiales. Una saga porno con argumento que funcionó muy bien. Se hicieron más de diez películas.
En 1976 conoció a Dawn Schiller de 15 años. Ella se había mudado con su familia a vivir en un complejo de departamentos que era administrado por él. Aunque todavía seguía casado con Sharon, no demoró en conquistar a la joven. La corrompió con drogas, la manipuló con alcohol y la obligó a prostituirse con él. Dejó de convivir con Sharon para mudarse con la adolescente y ambos vendían sus cuerpos para pagar sus vicios.
Ya todos sabían de la adicción de John y que no podía mantener una erección. Eso perjudicaba mucho su trabajo. Algo que quedó en evidencia en la película de 1980 Insaciable. Igual, en 1981, filmó Las chicas me desean con su pareja Dawn Schiller. Pero John ya estaba desbarrancando por completo.
El primero de julio de 1981 en el número 8763 de la avenida Wonderland en Laurel Canyon, un barrio de Los Angeles, ocurrieron cuatro horribles homicidios. John Holmes fue señalado como partícipe. Debemos ir unos días hacia atrás en el tiempo para unir los asesinatos con la estrella del porno.
Resulta que un tiempo antes John Holmes se había hecho amigote de un líder criminal llamado Eddie Nash. Este sujeto que había empezado vendiendo panchos por las calles de la ciudad, en poco tiempo, había montado un imperio de la ilegalidad con clubes de striptease y locales gay, negocios de drogas y de pornografía. Era el número uno del crimen organizado en su zona. John Holmes, la estrella del cine sexual, se acercó a él para comprarle drogas y terminaron siendo conocidos.
El 28 de junio de 1981 cuatro miembros de una pandilla californiana llamada La banda de Wonderland (Launius, DeVerell, Lind, McCourt) por la calle donde vivían, se reunieron en la casa que alquilaban. Con él estaba un amigo en las adicciones: el célebre John Holmes. Se cree que esa noche Holmes propuso que hicieran un audaz golpe para hacerse con dinero: atracar la residencia de Eddie Nash. Holmes quien solía visitar esa mansión iba a ir y a dejar la puerta corrediza abierta para que la pandilla entrara sin mucho esfuerzo.
El 29 de junio por la mañana tres de los pandilleros (Launius, DeVerell y Lind) se introdujeron en la mansión por la puerta que Holmes había dejado entreabierta. McCourt, el cuarto de ellos, se quedó vigilando dentro del auto, un Ford Granada robado.
Los asaltantes tomaron por sorpresa a Nash y a su guardaespaldas, Gregory Diles. Los ataron de manos y robaron todo lo que pudieron. Se llevaron unos cien mil dólares de la época en efectivo y alhajas. Luego se marcharon hacia la casa que alquilaban para repartirse el botín.
Nash sospechó enseguida de Holmes. Para él el actor porno estaba involucrado o por lo menos era quien había pasado el dato a esos delincuentes. ¿Por qué? Porque la mañana del ataque Holmes había estado tres veces en su casa. Nash envió inmediatamente a Diles a buscar a Holmes: lo quería interrogar. Diles fue a buscarlo. Lo vio caminando por Hollywood con unos anillos de Nash en sus manos. Lo llevó por la fuerza a la casa de Nash donde lo ataron a una silla y amenazaron con liquidar a su familia. Holmes cedió a la presión y terminó delatando a los pandilleros. Los nombró uno a uno.
La venganza fue fatal y mortal.
El 1 de julio la muerte se presentó en el número 8763 de la avenida Wonderland, en Laurel Canyon. Esa madrugada tres miembros de la banda Ron Launius, William “Billy” Deverell y Joy Miller más la novia de otro de ellos, Barbara Richardson, murieron a golpe limpio. Cuando los peritos forenses revisaron los cuerpos todos presentaban severos traumatismos con un objeto contundente: unas barras de hierro. Del ataque sobrevivió solamente una persona: Susan, la esposa de Launius.
El único de la banda que se salvó de morir fue David Clay Lind. No estaba esa noche porque la pasó en una orgía en un motel. Fue él quien al volver por la mañana descubrió los cuerpos y contactó a la policía. Además, señaló a Nash y a Holmes.
Los detectives Tom Lange y Robert Souza dirigieron la investigación sobre los asesinatos. El ataque, suponían, había sido organizado por Nash junto con Diles quienes obligaron a John Holmes a presenciar todo.
Según la sobreviviente Susan Launius, los cinco fueron golpeados repetidamente con las barras de hierro y señaló a Holmes como uno de los que había estado presente. De hecho, su palma izquierda ensangrentada había quedado estampada en la cabecera de una cama. Pero nunca se pudo demostrar que hubiera efectivamente participado en los golpes homicidas.
Al registrar la casa de Nash encontraron más de un millón de dólares en cocaína y artículos robados de la casa de la avenida Wonderland.
Sharon, quien seguía casada con Holmes, luego de los asesinatos de Wonderland le aconsejó a Dawn, la nueva compañera de su marido, que se alejara de él por su propio bien. Habían terminado apoyándose en la desgracia.
Dawn, al comienzo, no le hizo caso y huyó con Holmes hacia el estado de Florida donde se escondieron. Finalmente optó por hacer lo que Sharon le había aconsejado: fue ella misma quien entregó a Holmes a la policía.
John Holmes fue arrestado y acusado por los asesinatos en marzo de 1982. El fiscal Ron Coen intentó probar que había sido un participante activo, un traidor porque no había recibido su parte del botín luego del robo a Nash. Los abogados defensores de Holmes lo hicieron aparecer como una víctima sometida al delincuente mayor Nash quien buscaba venganza.
El fiscal siguió apuntando: al menos uno de los asesinatos había sido cometido por él. Después de un juicio de tres semanas, en junio de 1982, la estrella del porno fue absuelta. El jurado tomó esa decisión tomando en cuenta su pasado como colaboracionista de la policía en la persecución de las redes de prostitución de menores.
Eso sí Holmes ya había pasado 111 días en la cárcel por negarse a cooperar con las autoridades. Hay quienes dicen que el motivo por el que no dio los nombres de quiénes fueron esa noche al lugar fue el temor que tenía de que Nash le hiciera algo.
La prensa que tuvo el sangriento caso llevó de nuevo a Holmes a los medios. Él intentó usufructuar de esa fama efímera para intentar recuperar sus glorias eróticas. No pudo reinventarse porque al final, la aparición de la enfermedad lo terminó acorralando.
Por esos años de liberación sexual se había empezado a hablar de “La Peste Rosa”, una enfermedad que en ese entonces parecía aquejar solo a los homosexuales y los llevaba a la muerte. La enfermedad fue identificada en 1980 y los primeros casos se reportaron al año siguiente en Nueva York y en Los Ángeles. Poco después se la llamó por su nombre correcto: VIH (virus de inmunodeficiencia humana) o sida (Síndrome de inmunodeficiencia adquirida).
John Holmes formaba parte de un grupo de riesgo. Filmaba sexo sin protección tanto con mujeres como con hombres. Trabajar en esta industria implicaba estar expuesto. Nadie se cuidaba con preservativos. En octubre de 1984 John y Sharon finalmente firmaron los papeles de divorcio. Ese mismo año el actor Rock Hudson se convirtió en la primera celebridad en dar a conocer que era homosexual y, en julio de 1985, terminó confesando que tenía sida.
John se hizo varias veces el test. Si bien en las primeras pruebas dio negativo, en febrero de 1986, fue diagnosticado como VIH positivo. Decidió callar. Tampoco esta vez asomó la moral en él. Siguió filmando contagiando a sus compañeros del arte porno.
Cuando comenzó a tener problemas evidentes de salud inventó que había sido operado de cáncer de colon. Mentira. La enfermedad avanzó rápido. El 23 de enero de 1987 John Holmes se casó con la actriz porno y prostituta Laurie Rose en la ciudad de Las Vegas después de confesarle que tenía sida. Ella intentó alejarlo de las drogas mediante intercambios de parejas y subastas sexuales. No pudo hacer nada. La salud de él iba de mal en peor.
Según Laurie él no había usado nunca agujas para drogarse porque les temía. Su primera mujer Sharon y su amigo Bill Amerson dijeron lo mismo. Así que probablemente el VIH se lo contagió durante sus múltiples relaciones sexuales.
Los últimos cinco meses de su vida los pasó en el Hospital de Veteranos de Los Ángeles donde murió por complicaciones relacionadas con el sida. Fue el 13 de marzo de 1988 y tenía solamente 43 años.
Su cuerpo fue incinerado y su viuda, Laurie, y su madre, Mary, esparcieron sus cenizas sobre el Océano Pacífico.
Antes de morir le dijo tanto a Laurie como a su ex Dawn Schiller que se arrepentía de muchas cosas que había hecho. Tarde para demasiada gente.
Al saberse que había muerto de sida -ya sabemos que el polémico Holmes había evitado contarle a sus compañeras de rodaje y no había usado protección alguna- sus dos últimas películas porno causaron furor. Era el morbo de ver en el celuloide una conducta criminal.
En abril de 1988, un mes después de la muerte de Holmes, Sharon Gebenini declaró en una entrevista con Los Angeles Times que en la mañana del cuádruple homicidio Holmes se había presentado en su casa con su ropa salpicada con sangre. Dijo que él le contó que había enfrentado a unos matones en la casa de Wonderland mientras esos tipos golpeaban a los pandilleros. Pero aseguró que no le reveló el nombre de los asesinos. Está convencida que los homicidios quedarán sin resolver y que Holmes no contó nada porque quería seguir con vida.
En 1990, Nash fue acusado de haber planeado los asesinatos y Diles de haber participado. Fueron condenados, pero en un segundo juicio un año después fueron absueltos. Diles murió poco después. En el año 2000, después de una investigación conjunta de autoridades locales y federales, Nash volvió a ser arrestado y acusado por cargos federales como comercio de drogas, lavado de dinero y sobornos al jurado. Nash, ya viejo y con enfisema, acordó con la fiscalía declararse culpable en septiembre de 2001. Admitió haber sobornado gente en su juicio, haber lavado de dinero y haber ordenado la recuperación de sus pertenencias en la casa de la avenida Wonderland y que eso podría haber derivado en violencia. Negó haber planeado los crímenes. Recibió cuatro años y medio de presión y debió pagar una multa de 250 mil dólares.
Canalla, gigoló, soplón, vividor, traficante, proxeneta, amoral, todo le cabe a John Holmes quien entregó su vida al pecado. Su vida fue una hazaña sórdida, un maratón de casi tres mil películas regadas por relaciones sexuales tanto con hombres como mujeres.
Antes de morir, John Holmes había comenzado una autobiografía, pero no quería abordar el tema de su papel en el caso Wonderland.
Su bizarra figura inspiró después de su muerte filmes, libros y documentales. Por ejemplo, las películas Exhausted (1982), Boogie Nights (1997) y Wonderland (2003). Varios libros y dos documentales más se sumaron a la saga.
Hubo varios intentos para verificar si efectivamente su pene había medido lo que decían. Se estudiaron sus películas, pero los peritos de este peculiar universo no se pusieron de acuerdo. Algunos decían que había medido entre 25 y 28 cm; otros sostenían que entre 30 y 32 cm. Bill Amerson, su amigo, dijo haber visto muchas veces cuando se lo medían: eran 33 cm. Ni más ni menos.
Annette Haven, actriz porno, dijo en el documental Wadd: The Life and Times of John C. Holmes, que “la broma era que si John realmente conseguía tener una erección, se desmayaría por falta de sangre en el cerebro. Es verdad que su pene nunca se puso duro. Coger con él en cámara era como hacerlo con una esponja”. Destruyó al mito.
Cuando John supo que tenía sida, Laurie dijo que él lo tomó con cierto humor: “Se reía de aquello. Cerramos la oficina y nos fuimos a la playa. Tocamos nuestras canciones favoritas, paseamos y hablamos. John me dijo que le parecía como si le hubiesen elegido para coger el sida por ser quien era, por cómo vivía. Se sentía como si fuera un ejemplo”.
Podríamos intentar analizar a John Holmes desde su ego o culpar de su desastrosa vida a la ausencia de padre. O, concluir que la única verdadera amante de John Holmes y a la que más quiso fue la cocaína. Ya nada de eso importa mucho: él es pura cenizas, pero no precisamente polvo enamorado, como decía Quevedo en su poema Amor constante. Bien podríamos resumir que su historia, me robo esta frase de Shakespeare ya que creo viene bien al caso, es simplemente “un cuento contado por un idiota lleno de ruido y furia…”. Nada más.
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