Fecha de publicación: 4 de Agosto de 2025 a las 16:01:00 hs
Medio: INFOBAE
Categoría: ESPECTACULOS
Descripción: La diva fue parte del primer envío de la nueva temporada de Por el mundo y no dudó en contestar las preguntas de los seguidores
Contenido: El aire vibraba entre las cúpulas de Estambul, mientras Susana Giménez y Marley caminaban por las callejuelas empedradas, seguidos por el lente atento de Por el Mundo. El regreso del clásico ciclo de Telefe no solo propuso paisajes nuevos, sabores y monumentos, sino que también trajo confesiones jamás escuchadas, construidas en el filo luminoso de una diva sin miedo al pasado ni al escándalo. En el debut de temporada, la gran noticia la dio Susana al confesar cómo vivió sus propias historias de celos, infidelidades y familia frente a las preguntas directas de sus seguidores.
El set improvisado para la charla no necesitó más que una mesa baja, un pequeño almuerzo y la complicidad de quienes se conocen demasiado. Las preguntas llovieron desde el Instagram del conductor, pero hubo una que llegó simple y filosa: “¿Qué fue lo más loco que hiciste por celos?”.
Susana achinó los ojos, se quitó unos hilillos de cabello del rostro y respondió sin dudar: “Yo soy celosa, cuando estoy enamorada… Pero no hice ninguna locura”, afirmó, como si el escándalo estuviera siempre a una sonrisa de distancia. “Los hombres niegan cuando meten los cuernos, los podés matar que te siguen diciendo que no. Sí, perdoné. Algunos cuernos habré perdonado. Y yo también los he metido”, la voz bajó casi a susurro. “De los cuernos no se salva nadie”, destacó.
Las risas viajaban por la sala, pero el tono cambió cuando Susana trazó una línea de vida sobre los recuerdos. “No hay que preguntar”, advirtió. “Porque preguntás y es peor. Nunca revisé nada, porque el que busca encuentra. Y quizás encontrás una cosa que te parece y te hacés un drama espantoso, y es una tontería”. La diva, siempre hábil para los escenarios, convertía cada revelación en un espejo para su público, replicando las dudas y certezas universales del amor.
Detrás del guiño travieso, la sombra de las grandes figuras de la vida argentina apareció cuando Marley indagó sobre el análisis materno de sus relaciones. “A Monzón lo adoraba, era muy cariñoso con ella”, contó. El nombre de Ricardo Darín se asoció inmediatamente, casi como un reflejo: “Ricardo y Carlos fueron sus amores. Ricardo era lo más gracioso y simpático del mundo”.
La historia familiar cobraba vida alrededor de las partidas de canasta los fines de semana, donde la unión parecía sencilla, casi doméstica. Pero la madre de Susana guardaba advertencias, presagios que la hija ignoró más de una vez.
“Algunos con los que me decía…“, la voz se detuvo, como quien reconoce un código antiguo. ”Con el último matrimonio me decía ‘no te cases, por favor, no te cases… creo que es un hombre muy egoísta, pensalo’“, confesó haciendo referencia a Huberto Roviralta.
Las palabras colgaban en el aire, pesadas como las lámparas de una fiesta costosa. La memoria la llevó, entonces, a una noche que definió su destino.
“En una fiesta me lo presentaron. La fiesta de las princesas en el Alvear, vinieron tres españolas: una condesa, una princesa y otra no sé qué. Hicieron una fiesta enorme. Carísima la fiesta me salió”, rememoró.
La hipérbole de diva —“carísima la fiesta”— flotaba entre la anécdota y la autocrítica, mientras el lujo y el exceso se codeaban con la sensación de que no todo se compra con dinero.
El relato cambió de pronto de foco. Una de las escenas más vívidas surgió al hablar de su hija, Mercedes. Susana volvió a la imagen íntima de los días de boxeo: “Cuando Carlos peleaba, mi hija se metía en la ducha para no escuchar. Sufría, no quería que le peguen, y me decía desde ahí, ‘vos avisame si pasa algo’. Sufríamos mucho”.
La empatía y el cariño de Monzón por los más chicos tejieron un contraste inesperado con la violencia y la fama. “Carlos era muy cariñoso con los chicos, tenía un chico adoptado también. Tenía unas cadenas de oro, y mi hija se las pedía”, evocó Susana, como si pudiera traer de vuelta un relámpago de ternura en medio del furor mediático.
Como broche de oro, una escena impregnada de ironía: “Hasta le puse una profesora para que no se coma las eses cuando hablaba, pero ya era grande para aprender”.
En aquel salón turco, bajo la mirada vigilante de cámaras y redes, Susana tejió su versión, a veces luminosa, a veces punzante, pero siempre suya. El ciclo Por el Mundo esta vez no solo llevó a los espectadores a recorrer la distancia entre la Argentina y Turquía; los invitó a adentrarse en los laberintos privados de uno de los íconos más queridos, contradicciones incluidas, en una noche que se volvió confesión y escena arrancada directamente de la vida.
Visitas: 0