Fecha de publicación: 4 de Agosto de 2025 a las 16:01:00 hs
Medio: INFOBAE
Categoría: ESPECTACULOS
Descripción: El actor fue parte del prestigioso evento, previo a sumarse a una nueva producción cinematográfica
Contenido: La luz cálida de la tarde recorre los muros antiguos de Palma de Mallorca, mientras afuera, en la entrada del cine, una multitud aguarda expectante. Entre la constelación de figuras y focos se recorta la silueta del Chino Darín, que levanta la bandera argentina en el Atlántida Mallorca Film Fest. El actor aparece con una media sonrisa, consciente de que su llegada, este verano de 2025, tiene un peso especial en el festival más inquieto de Europa.
El Atlántida Mallorca Film Fest celebró sus quince años de existencia con un récord elocuente: más de 45.000 asistentes, 88 películas seleccionadas de 27 países y 20 conciertos. Los coros callejeros y el rumor incesante de acentos diversos componen una sinfonía cultural que desafía cualquier frontera. Pero entre todos esos lenguajes y trajes de gala reluce, por primera vez desde la pandemia, una impronta sudamericana y joven: la de Chino Darín, quien se sumó al jurado internacional junto a la actriz Carolina Yuste y el español Itzan Escamilla.
La gala de clausura se desarrolló bajo un cielo sin nubes, en la terraza del Castell de Bellver. Sobre el escenario, la reina Letizia tomó la palabra y entregó el premio Master of Cinema al compositor Alberto Iglesias, mientras Rossy de Palma, María Valverde y C. Tangana aplauden desde las primeras filas. El mensaje de integración cultural flotó en el aire, recalcado en los discursos y en la suma de detalles: los idiomas se mezclan, los brindis cruzan continentes, las películas cuentan historias tan lejanas y cercanas como la memoria de la infancia.
Esa noche, el Atlántida destila una energía de frontera y descubrimiento. Cuando llega el momento de anunciar los premios, Darín y sus compañeros de jurado suben juntos al escenario. Antes de abrir el sobre, intercambian una mirada cómplice.
La participación del actor argentino añadió a la edición de este año una sensibilidad latinoamericana que resonó entre las nuevas voces del cine independiente.
En el lobby del hotel, voces se cruzan en torno a la cafetería: jóvenes directores que presentan su ópera prima, veteranos de festivales que discuten sobre diagramaciones de programas, periodistas que editan crónicas entre cafés. En esas conversaciones aparece reiteradamente el nombre de Chino Darín, mencionado no solo como estrella, sino también como cómplice de debates y charlas profundas.
El festival, sin embargo, no es solo la suma de celebridades. Su programación, tejida a base de películas, conciertos, debates y murales de arte urbano, apostó por el encuentro ciudadano y la innovación. El Atlántida supone, desde hace años, un desafío a los límites de lo que puede ser un certamen cinematográfico: aquí caben tanto la reflexión filosófica como la celebración bulliciosa.
El Atlántida Mallorca Film Fest cerró su edición más vibrante con un mensaje claro: la cultura es un puente, y cada paso —como el de Darín y su mirada argentina— deja una huella en ese tránsito compartido.
En el plano actoral, el actor argentino rodará bajo la dirección de Hugo Ruiz el largometraje Dante de noche, en una filmación que demandará cinco semanas y convertirá a la capital española en escenario de un thriller nocturno.
La noticia revive el pulso del cine independiente: Hugo Ruiz, cineasta zaragozano y reciente ganador del Best New Narrative Director Award en el festival de Tribeca 2023 por “Una noche con Adela”, convoca a Darín para sumergirse de nuevo en la penumbra de las madrugadas urbanas. Junto al actor argentino, el reparto incluye nombres de peso: Ester Expósito, Vicente Romero e Isak Ferriz, cada uno ocupando un rol en ese tablero inquietante que propone Ruiz.
La premisa de Dante de noche tiene el sabor de los clásicos relatos donde nada es lo que parece. Eduardo, afable conductor de emergencias, recibe una llamada urgente: un hombre llamado Mario, figura de los bajos fondos, agoniza en su casa. Lo que parece una intervención de rutina se transforma, al abrir la puerta, en un pasaje hacia el abismo.
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