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Fecha de publicación: 31 de Julio de 2025 a las 14:03:00 hs

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Medio: INFOBAE

Categoría: GENERAL

Dieta, ejercicio y vida social: claves contra el deterioro cognitivo en adultos mayores, según un estudio

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Descripción: Tras dos años de seguimiento a más de dos mil participantes, científicos de Wake Forest University identificaron cómo los hábitos saludables ofrecen mejoras significativas en la función cognitiva, de acuerdo con New Scientist

Contenido: Un programa estructurado de hábitos saludables podría ralentizar el deterioro cognitivo en adultos mayores en riesgo, según resultados preliminares del estudio US POINTER, realizado en Estados Unidos. La investigación, liderada por Laura Baker y su equipo de la Wake Forest University School of Medicine, indica que la combinación guiada de ejercicio, dieta equilibrada, retos cognitivos y compromiso social resulta más efectiva que enfoques autoguiados para mejorar la función cerebral en personas mayores.

Así lo informó New Scientist, que resaltó cómo este hallazgo podría influir en futuras estrategias de prevención de la demencia, una condición que afecta a 57 millones de personas en todo el mundo, según los últimos datos emitidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El deterioro cognitivo, caracterizado por la disminución de memoria, lenguaje y capacidad para resolver problemas, suele incrementarse con la edad y puede convertirse en demencia. Investigaciones previas han estimado que hasta el 45% de los casos globales de esta patología podrían prevenirse mediante modificaciones en 14 factores de riesgo, como la falta de educación, el aislamiento social y las lesiones cerebrales traumáticas.

Con el objetivo de explorar intervenciones para frenar este declive, el equipo de Laura Baker inició el estudio US POINTER. Según New Scientist, seleccionaron a más de 2.100 participantes entre 60 y 79 años, todos en alto riesgo de deterioro cognitivo.

Los criterios de inclusión exigían un estilo de vida sedentario, dieta poco saludable y al menos dos condiciones adicionales relacionadas con la demencia, como antecedentes familiares de problemas de memoria.

Los participantes fueron asignados aleatoriamente a dos regímenes, ambos orientados a activar la actividad física y cognitiva, una alimentación saludable y la interacción social, pero diferenciados por la intensidad y la modalidad del acompañamiento.

El primer grupo recibió una intervención altamente estructurada. Durante dos años, asistieron a 38 reuniones en pequeños grupos, guiadas por facilitadores capacitados que entregaron planes de acción detallados. Además, el programa incluyó sesiones regulares de ejercicio en centros comunitarios, pautas para seguir una dieta preventiva de la demencia y encuentros semanales en línea con software de entrenamiento cerebral.

El segundo grupo optó por un formato autoguiado: solo acudieron a seis reuniones grupales en el mismo periodo y recibieron materiales educativos de libre acceso, junto a tarjetas de regalo por 75 dólares para incentivar hábitos saludables, como la inscripción en clases de gimnasia.

Ambos regímenes proponían los mismos objetivos generales, pero diferían en la frecuencia de acompañamiento y los recursos, permitiendo comparar la eficacia de una intervención intensiva frente a una aproximación más flexible.

Tras dos años, ambos grupos experimentaron mejoras en las puntuaciones cognitivas, evaluadas con pruebas de memoria, función ejecutiva y velocidad de procesamiento. Según New Scientist, el grupo con programa estructurado logró una mejora de 0,24 desviaciones estándar por año respecto a la puntuación inicial, mientras que el grupo autoguiado mejoró en 0,21 desviaciones estándar anuales.

Estas cifras, expresadas en desviaciones estándar, indican que ambos grupos recuperaron parte de sus capacidades cognitivas respecto al punto de partida: no se trata de que hayan superado un umbral clínico, sino de que lograron una mejora sostenida —aunque moderada— en funciones como la memoria y la velocidad mental, lo que sugiere una ralentización o reversión parcial del deterioro cognitivo.

La diferencia, aunque pequeña, fue estadísticamente significativa. Gill Livingston, profesora en University College London, valoró el hallazgo: “Es impresionante que el grupo de atención estructurada lo haya hecho mejor”, señaló Livingston en declaraciones a New Scientist. Sin embargo, advirtió que la ausencia de un grupo control sin intervención limita la comparación directa entre enfoques.

Laura Baker explicó que el equipo modeló el declive cognitivo esperado sin intervención y concluyó que el beneficio observado sería considerable: “La intervención estructurada de dos años está ralentizando el reloj del envejecimiento cognitivo entre uno y casi dos años”, afirmó. Al tiempo que añadió que la expectativa positiva de los participantes pudo haber influido en los resultados, ya que todos creían formar parte del grupo con mejores perspectivas.

El estudio US POINTER ha suscitado opiniones diversas. Gill Livingston subrayó el valor del trabajo, aunque recomendó cautela al interpretar los resultados por la falta de un grupo control. Para ella, “la mejora del estilo de vida ayuda y las personas obtuvieron mejores resultados con ayuda guiada, pero no es la única vía posible”.

Claudia Suemoto, de la Universidad de São Paulo, consideró que la variación en las puntuaciones probablemente no sería perceptible para los participantes ni sus familias, y que el curso lento de la demencia exige periodos de observación más largos.

Baker destacó que, dado que los participantes eran cognitivamente normales al inicio, los cambios observados son sutiles. “Nos entusiasma la posibilidad de empoderar a las personas en riesgo de demencia para que asuman el control de su salud”, declaró a New Scientist.

El estudio contempla una extensión de cuatro años adicionales, permitiendo un seguimiento de hasta seis años. Baker explicó que este periodo ampliado será clave para saber si los beneficios se mantienen o se incrementan.

Respecto a la aplicabilidad fuera del entorno experimental, la investigadora considera que el enfoque estructurado podría implementarse en la vida real sin grandes inversiones públicas. La clave estaría en que los cuidadores y profesionales de la salud motiven y orienten la adopción de estos hábitos.

Livingston afirmó que la atención a la demencia implica elevados costes sanitarios, por lo que cualquier reducción en la carga supondría un ahorro sustancial: “Generalmente, la atención a la demencia es tan costosa que reducir su carga supondría un ahorro”.

El equipo de US POINTER continuará evaluando la evolución de los participantes y la posibilidad de llevar estas intervenciones a contextos comunitarios más amplios, con la expectativa de que los cambios de estilo de vida guiados se conviertan en una herramienta accesible para la prevención del deterioro cognitivo en poblaciones envejecidas.

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