Fecha de publicación: 31 de Julio de 2025 a las 00:52:00 hs
Medio: INFOBAE
Categoría: GENERAL
Descripción: Combina las palabras “inflamación” y “envejecimiento” en idioma inglés. El médico cardiólogo Oscar Cingolani, desde Baltimore, Estados Unidos, pone en perspectiva el tema del momento para comprender la relación entre la edad y las respuestas inmunitarias
Contenido: Existen pocas cosas más rotundas que cuando una sola frase resume el espíritu y las creencias de una época, más aún si está vinculada a la salud: eso es lo que pasa con el término inflammaging, que combina las palabras del idioma inglés “inflammation” y “aging”. De este modo, da cuenta de la inflamación crónica y natural del organismo como signo claro de envejecimiento, que puede contribuir al desarrollo de enfermedades relacionadas con la edad.
Consultado por Infobae, desde Baltimore, Estados Unidos, Oscar Cingolani, cardiólogo argentino e investigador en la Universidad Johns Hopkins, comentó que “detectar a tiempo y controlar el inflammaging podría ser clave para una vida más larga y saludable”.
“El inflammaging existe y se caracteriza por un nivel no muy alto, pero persistente, de inflamación crónica, que modularía en forma negativa nuestro sistema inmune. Este es responsable de evitar muchas enfermedades crónicas que se ven con mayor frecuencia en edades avanzadas, como la diabetes, enfermedad cardiovascular, demencia, artrosis y ciertos cánceres”, amplió Cingolani.
“Entre distintas moléculas que se han hallado para estudiar el grado de inflammaging, se ha hecho hincapié en las citoquinas —pequeñas proteínas que regulan la respuesta inmunitaria— y principalmente en las interleuquinas. Y sobre todo en la interleuquina 6”, agregó el médico cardiólogo
Una reciente investigación internacional liderada por Alan Cohen, investigador de la Escuela Mailman de Salud Pública de la Universidad de Columbia, publicada en formato carta (letter) y no como un artículo científico en Nature Aging, revela que la inflamación crónica asociada al envejecimiento —conocida como inflammaging— no es un fenómeno universal, sino que depende de factores sociales, culturales y ambientales.
El equipo de la Universidad de Columbia analizó datos de cuatro poblaciones distintas para explorar cómo el contexto influye en los patrones de inflamación. Dos de estos grupos procedían de sociedades industrializadas —el estudio italiano InCHIANTI y el Estudio Longitudinal sobre el Envejecimiento de Singapur (SLAS)—, mientras que los otros dos correspondían a comunidades indígenas no industrializadas: los Tsimane de la Amazonía boliviana y los Orang Asli de Malasia.
Los resultados -que surgieron de un panel de 19 citoquinas para evaluar los niveles y patrones de inflamación en cada grupo- mostraron que, en las poblaciones industrializadas, los marcadores de inflamación aumentaban con la edad y se asociaban de manera clara con enfermedades crónicas como la enfermedad renal, la diabetes y problemas cardíacos.
Cingolani brindó precisiones del estudio a Infobae: “El estudio identificó que cerca del 66% de los tsimane presentaban al menos una infección parasitaria intestinal, y más del 70% de los Orang Asli sufrían una infección prevalente. A pesar de estos altos niveles de inflamación basal, las enfermedades crónicas típicas de las sociedades industrializadas —como la diabetes, las cardiopatías o el Alzheimer— eran poco frecuentes o prácticamente inexistentes en estas comunidades indígenas".
Según el artículo de Nature Aging, el inflammaging no constituye un rasgo humano global, sino que surge como consecuencia de estilos de vida industrializados. Cohen resumió: “La inflamación —y quizás también otros mecanismos de envejecimiento— puede depender en gran medida del contexto".
“Es prometedor, porque significa que podríamos intervenir tempranamente y modificar conductas que llevan al inflammaging”, agregó Cingolani sobre el estudio de NA.
Cohen, líder del equipo de la Universidad de Columbia precisó: “Factores como el entorno, el estilo de vida —por ejemplo, una actividad física intensa o una dieta muy baja en grasas— y las infecciones pueden influir en el envejecimiento del sistema inmunitario. Comprender cómo interactúan estos elementos podría ayudar a desarrollar estrategias de salud globales más eficaces".
En las regiones del mundo conocidas como zonas azules, los habitantes alcanzan una longevidad excepcional y mantienen altos niveles de autonomía en la vejez. Estas áreas presentan una proporción de individuos centenarios superior incluso a la de los países más desarrollados.
Las zonas azules se distinguen porque llegar a edades avanzadas no implica discapacidad, sino que sus habitantes conservan altos niveles de funcionamiento físico y mental. El concepto se denomina Health span, que es la esperanza de vida saludable.
Hay consenso acerca de que las cinco zonas azules más reconocidas son Barbagia, Cerdeña, Italia; Península de Nicoya, Costa Rica; Isla de Icaria, Grecia; Okinawa, Japón; y Loma Linda, California, Estados Unidos.
El fenómeno de las zonas azules ha despertado el interés científico porque, a diferencia de lo que ocurre en la mayoría de países, la longevidad de sus habitantes no depende de altos ingresos ni de sistemas de salud avanzados.
El envejecimiento poblacional global avanza a un ritmo sin precedentes, mientras que la disminución de la mortalidad cardiovascular contrasta con el aumento de enfermedades neurológicas y deterioro cognitivo. En este contexto, las zonas azules ofrecen un modelo alternativo de envejecimiento saludable.
Las investigaciones apuntan a que solo el 20% de la longevidad se atribuye a factores genéticos, mientras que el 80% depende del entorno y los hábitos cotidianos. Otros estudios elevan la influencia genética hasta un 30%, pero coinciden en que el estilo de vida resulta determinante.
Entre los factores compartidos por las cinco zonas azules identificadas destacan la actividad física diaria, la existencia de un propósito vital, rutinas para reducir el estrés, una dieta basada en legumbres y bajo consumo calórico, consumo moderado de alcohol, pertenencia a comunidades religiosas, dedicación a la familia y sólidas redes de apoyo social.
El estudio de estas zonas azules resulta relevante para una sociedad global que envejece y enfrenta un aumento de enfermedades neurológicas, ya que la adopción de ciertos cambios en el estilo de vida podría prevenir de manera efectiva la aparición de estas patologías.
Diversos referentes científicos coinciden en que el envejecimiento puede ralentizarse y, en ciertos aspectos, revertirse. David Sinclair, investigador de la Universidad de Harvard, sostiene que no solo es posible retrasar el deterioro biológico, sino revertir parcialmente algunos procesos asociados con el paso del tiempo.
Por ejemplo, destaca que el momento de la ingesta es tan relevante como la calidad de los alimentos y recomienda espaciar las comidas, alejándose de los patrones de alimentación frecuentes y abundantes. Según Sinclair, prácticas como el ayuno intermitente y la restricción calórica favorecen la activación de genes asociados con la longevidad.
En cuanto a la composición de la dieta, Sinclair sugiere preferir alimentos de origen vegetal, con bajo contenido calórico y libres de ultraprocesados, y evitar productos animales, alcohol y lácteos.
Además, incorpora suplementos y fármacos cuyo impacto en la salud celular está respaldado en estudios recientes, entre ellos resveratrol, NMN y metformina. Enfatiza que los cambios en el estilo de vida tienen efecto a cualquier edad.
El doctor Cingolani remarcó en una nota con Infobae que la longevidad está influenciada por la epigenética, es decir, las decisiones que se toman a diario pueden modular la expresión de los genes más allá de la propia herencia.
Alimentación, ejercicio físico y buen descanso actúan como reguladores epigenéticos. Cingolani señaló el papel relevante de los microARN, pequeñas moléculas capaces de modificar la expresión génica, y anticipó que pruebas basadas en biomarcadores genéticos podrán ayudar a diagnosticar precozmente enfermedades crónicas.
Existen cinco pilares para un envejecimiento saludable: dieta equilibrada, hidratación, actividad física, descanso adecuado y vida socialmente activa. El experto advirtió que la soledad impacta de manera similar al tabaquismo o la obesidad, y que los beneficios de cambios positivos en los hábitos pueden percibirse aún después de los 50 años.
Desde una perspectiva global, Alexandre Kalache, exdirector de la División de Envejecimiento y Salud de la OMS y creador del concepto de envejecimiento activo, destacó a Infobae la importancia de optimizar la salud, la educación continua, la participación social y la seguridad. Según Kalache, empezar a ocuparse de la longevidad cuanto antes permite tomar mejores decisiones de cara al futuro, aunque el punto de partida no limite las oportunidades de mejora.
La nutrición se posiciona como un factor clave para conservar autonomía y funcionalidad, pero la longevidad también depende de factores sociales como la igualdad de oportunidades y la solidaridad entre generaciones. De acuerdo con Kalache, garantizar la participación plena de las personas mayores resulta indispensable para un envejecimiento digno y activo.
El avance de la ciencia ha demostrado que el envejecimiento no es homogéneo en todo el organismo. Diversos órganos y tejidos, como los vasos sanguíneos, muestran ritmos de deterioro diferenciados que pueden medirse a través de los llamados relojes biológicos. Las investigaciones más recientes han señalado un cambio relevante en los procesos de envejecimiento alrededor de los 50 años.
Además, la expectativa de vida se cruza actualmente con un debate sobre la calidad de los años: prolongar la vida sin mejorar la salud funcional puede resultar poco deseable. Por esto, la extensión del health span —los años vividos en buena salud— se perfila como un nuevo objetivo prioritario.
Consultado por Infobae, Cingolani, desde el centro Hopkins en Baltimore, y en consenso con las evidencias científicas recientes, subrayó la importancia de la prevención, la reserva cognitiva y el compromiso social. La detección precoz y las intervenciones adecuadas permiten mitigar el impacto de las enfermedades asociadas al envejecimiento.
Mantener pasatiempos, realizar ejercicio, fomentar la interacción social y evitar el aislamiento contribuye a una mejor calidad de vida en la vejez, lo que ratifica que el bienestar en la última etapa está ligado tanto a los hábitos individuales como a las condiciones sociales y culturales.
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