Fecha de publicación: 27 de Julio de 2025 a las 16:21:00 hs
Medio: INFOBAE
Categoría: GENERAL
Descripción: Una investigación realizada en Hawái examinó el impacto de una alteración genética que impide a algunos ejemplares emitir sonidos, y cómo esta ausencia sonora incide en las conductas sociales
Contenido: Una mutación genética habría alterado la forma en que se comunican los grillos de campo (Teleogryllus oceanicus).
Conocida como flatwing, esta alteración impide a los machos producir el canto de apareamiento, según un estudio científico realizado en Hawái. Lejos de ser perjudicial, el silencio les ofrece una ventaja: los vuelve invisibles para una mosca parásita que los localiza guiada por el sonido. Sin embargo, el impacto de este cambio va más allá de la reproducción y plantea nuevas preguntas sobre la vida social de estos insectos.
La investigación analizó cómo influye la presencia o ausencia del canto masculino en las interacciones entre hembras, un aspecto hasta ahora poco explorado. El estudio reveló que, incluso en un entorno donde casi ningún macho puede cantar, esa señal acústica sigue teniendo un rol clave en la conducta femenina.
El trabajo fue difundido en Proceedings of the Royal Society B y liderado por Ana Drago, Thomas M. J. Green y Nathan W. Bailey. Los expertos exploraron las consecuencias del cambio drástico en la comunicación en esta especie.
El grupo comprobó que, aunque la mutación flatwing convirtió el canto masculino en una rareza, cuando está presente estimula el contacto y la evaluación social entre hembras, transformando la dinámica social del grillo hawaiano.
Aunque tanto machos como hembras pueden portar la mutación, solo los machos pierden la capacidad de emitir sonidos, siempre de acuerdo con los científicos. Las hembras permanecen morfológicamente intactas, pero esta alteración podría modificar su biología interna y su forma de interactuar socialmente.
El nuevo estudio documentó que las hembras pueden coincidir de forma regular en la naturaleza, especialmente en poblaciones densas o cuando varias acuden al canto de un mismo macho. Pese a esto, los autores escribieron que persiste un vacío de conocimiento sobre cómo influyen el genotipo y el entorno acústico en esas interacciones.
El equipo empleó líneas puras de grillos diferenciando entre hembras portadoras de la mutación y hembras de alas normales, todas vírgenes y bajo condiciones controladas.
Las hembras fueron emparejadas según su genotipo y expuestas a dos escenarios acústicos: presencia o ausencia del canto masculino. El diseño incluyó 167 pruebas con 334 hembras, que fueron grabadas en video para el análisis posterior.
Se evaluaron cinco tipos de comportamiento: contacto antenal, un claro marcador de investigación y evaluación social, montaje, aceptación del montaje, mordida e intento de vuelo. El análisis permitió comparar el impacto del genotipo, el entorno sonoro y la combinación de ambos en la frecuencia, duración y probabilidad de cada conducta.
Los datos plantearon que el 86,5% de las hembras exhibió algún comportamiento social con otra hembra. El contacto antenal emergió como la interacción dominante y aumentó significativamente cuando había canto masculino, tanto en frecuencia como en duración.
Los autores señalaron: “El comportamiento social intrasexual entre hembras fue común, expresado por el 86,5% de los individuos. Las hembras se dedicaron principalmente al contacto antenal, lo cual es razonable interpretar como un comportamiento de detección y evaluación. El contacto antenal aumentó en presencia del canto, en términos de la probabilidad de que las hembras lo hicieran, la cantidad de veces que lo hicieron y la duración”.
En cambio, la mordida, que es una manifestación de agresión, fue minoritaria, presente en solo el 19,16% de los casos, y no varió según el genotipo o el entorno acústico. El comportamiento sexual entre hembras resultó casi inexistente, con apenas dos casos de montaje y uno de aceptación registrados.
Por otra parte, los intentos de vuelo (considerados como evasión) fueron escasos y se registraron sobre todo en ausencia del canto masculino, lo que sugiere que la señal acústica no solo favorece el contacto social, sino que también reduce la propensión a evitarlo.
Además, los resultados muestran que la genética y el entorno social influyen conjuntamente en la plasticidad social de las hembras, un fenómeno que podría facilitar la adaptación a cambios ambientales como la desaparición de señales acústicas. El equipo insiste en la importancia de seguir investigando las interacciones femeninas, ya que podrían tener consecuencias evolutivas poco comprendidas hasta ahora.
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